“La magia existe para los que creen en ella.
Eso sí lo admito.”
– Ushiromiya Ange(-Beatrice)
Umineko no naku koro ni.
Un niño no sería capaz de hacerlo... Un adulto tampoco, si es que viene al caso...
Aunque... si lo piensas bien, siempre hay excepciones, ¿no?
-¿Ese chico?
-Sí, ese.
-No le veo nada extraño...
-Por lo mismo
-Ana... No te entiendo... ¿Qué quieres decir?
Como si fuese así de difícil seguir un pensamiento tan lógico. Tan puro. Es increíble que pueda provenir de un contenedor tan impío.
-Piénsalo. Vive solo. ¿Cuántos años tiene...?
-Pues parece de 19, creo...
-¡No seas tonta! ¡Es el mejor de la clase! Apenas unas semanas cumplió 16...
-¿¡De veras!?
-¡Sí!
-Pues no los aparenta.
...
-¡Eso es lo extraño!
-Pero Ana... tú tampoco pareces de die... de tu edad...
Oh... esto podría ser interesante...
-Mira. Vive solo. Siempre tiene el uniforme limpio y planchado. Siempre cumple con todos los deberes. Es el primero de la clase. No participa en ningún deporte en particular. Está hasta el cuello con actividades extracurriculares. Y si estás atenta, puedes verlo caminando (casi corriendo) por los pasillos a menos un par de veces al día, y los profesores están al tanto, e incluso le ofrecen ayuda para ponerse al día. Y él la rechaza airada, pero humildemente, y retoma el ritmo de inmediato...
-Mírate, Ana. ¡Estás hecha toda una acosadora! ¡Estoy orgullosa de ti!
Omg... lo dice en serio... que tía más rara...
-Olvídalo...
Veamos... según este patrón, dentro de aproximadamente 2 segundos, ella voleará sus ojos hacia aquí, pero no su rostro. Su amiga, en tanto, no parece lo suficientemente lista, y seguirá el curso de la mirada, y dará conmigo. Mh... Démosle el susto de su vida...
-¡Jenny, No...!
Ven... Siéntelo. Sé que puedes verlo en mis ojos. Sí, son rojos. Para ti son rojos. Y te atraen. Sí, así es, te atraen. Pero no porque sean agradables. Te atraen, así como la liebre se enamora por un segundo de los ojos del lince. Así como el ratón suspira por el búho antes de ser alzado. Así es como estos ojos te atraen. Porque la vida pasa por delante de ellos, como hormigas sobre la corteza. Porque la muerte se refleja en ellos. Y tiene tu rostro. Y es guiada por mi mano... Vamos... Dejate devorar... Déjame...
-¡Jenny!
-A... ¿¡Ana!?
-¿¡Estás bien!?
-Qué... – Eso... adelante... mírame de nuevo... vuelve a mí... mi querida presa...- ¡NO! ¡No!
-¡Jenny, cálmate!
-¡No! ¡Vamonos! ¡Sácame de aquí! ¡An...
Oh... ¿Ya se van...? ¿Tan pronto...? Es una pena... Estuvieron a punto de sacarme una sonrisa las felicito chicas.
¿Quieres saber cómo murieron todos...? ¿Cómo quedé solo...? Bueno... deja que te cuente...
La edad no es impedimento para sentirse atraído por lo oculto y misterioso, ¿no crees?
Oh... yo diría que te equivocas. Te fijaste en mí, ¿Cierto? No como te hubiese gustado, tal vez, pero que ha de hacérsele.
De acuerdo. Era una tarde calurosa. Una tarde cualquiera de verano. Mis hermanos se hallaban en la segunda planta. Y ella... Bueno... llegó, como todas las tardes. Cansada. Agotada, tal vez.
Pocos minutos después, el silencio reinaba, en lo que a dialogo interpersonal refiere. Sonidos emitidos por parlantes cuidadosamente seleccionados retumbaban en los oídos de cada usuario, tecleando frenéticamente frente a una pantalla vacía. Metafóricamente, claro está.
- (...)Hazme un favor, quieres.- no era una pregunta... – Anda a comprar pan.
Algo nimio. Superfluo. Banal. Y absolutamente necesario.
Sí, lo sé. A mí también me sorprendió. Pero las catástrofes ocurren precisamente porque son inesperadas.
De algún modo perdí los estribos. Me dejé llevar. Y a pesar de eso. Me retuve, como siempre he sabido hacer. Y me fui a mi habitación.
No debió haber entrado.
Se burló de mí. Se burlo de mi meditación. ¿Un “cabro chico”? ¿¡Quién diablos se cree que es!?
Mi madre no. Dalo por hecho. No se lo merece.
-¿Qué por qué veo tantos “monos chinos” como les dices tú? No lo sé... ¡Quizás sea para quitarme de la mente esta insufrible realidad en la que estamos metidos
-¿Insolente? ¿¡Yo!? ¿¡Qué hay de ti, madre!?
Le detuve el brazo. Ella debió haber previsto lo que podría pasar si seguía así. Por lo que desvió su atención a los objetos. No le opondrían resistencia, y yo sufriría viendo años de recuerdos destrozados en segundos. Error...
En cuanto la caja de madera toco la fría loza, se partió en pedazos. Cartas, mí preciada colección de cartas, dirigidas a mi por diferentes familiares, amigos y seres queridos, en distintas etapas de mi vida. Mi baraja, aquella que fue mi amiga cuando nadie más quiso serlo. Mí rosario, recuerdo de que la gente lejana también me recuerda. Mis anillos. Cada uno con su historia. Cada uno con su significado único y personal. El dardo que obtuve en una competencia, que me enseño que no siempre que uno gana, el resto sufre. Y... no... Demasiado doloroso como para recordarlo...
Una voluntad de humo surgió a mí alrededor, envolviéndome. Y lo dije, sin miramientos. Sabiendo lo que implicaba aquello.
~¿Cómo puede ser mi culpa? Si tú misma lo dijiste... La magia no existe... ¿Verdad? ~
Eso es lo último que recuerdo. Desperté en el hospital, con una anemia grave y diversos cortes en mi espalda, antebrazo, muslo, pantorrilla y en las sienes.
-Lo sentimos muchísimo... –Me dijeron- Sólo pudimos salvarte a ti...
Él no sabía que yo no lo sentía para nada...
-(...) a! ¡Vámonos te digo!
Así es. Sigo aquí. No me he movido. Pero tú sí. Te arrastra tu amiga.
-¡Buenos días!
-...
-Sí, te hablo a ti. Ana, ¿Verdad? No, no soy mudo, es un mito. Lamento lo que le pasó a tu amiga ayer...
-Mentiroso.
-¿Qué...?
-Al final... sí lo sentiste... Sólo te hiciste el duro...
-...
-Sabes... Creo que sí me atraes, aunque sea un poco...
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