...Can’-ka no rey...
¡Qué feliz aquel que puede observar a las flores! ¡Aquél que puede verlas brotar, regarlas con su mirada y su caricia! ¡Ver como aparecen aquellas insinuantes –y a la vez, temibles- curvas, que darán lugar a una impetuosa barrera defensiva!
¡Qué no daría yo por admirar cómo los pétalos coronan “tan graciosa belleza”, por ver el sagrado camposanto que rodea la torre universal!
Pero estoy yo atrapado en la casa del jardinero, viendo crecer a los segadores del mundo. Veo como son criados en medio de la ignorancia, como puercos en un corral, todos apiñados, sucios y violentos. ¿Cómo podrían ellos detenerse a admirar la belleza etérea de los botones por sobre su agradable sabor?
¡No! ¡Monstruos destructores! ¡Parásitos Virulentos!
¡¿POR QUÉ NO PUEDO YO, MÁS DIGNO QUE LOS INDIGNOS, LLEGAR ALLÍ?!
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