-Ojos que no ven
Dedos que no sienten
Y un corazón
Atrapado en la corriente-
Repetía una y otra vez, como un desquiciado, el dueño de la mansión de Rudernie, mientras caminaba sin dirección alguna por su lujoso castillo.
Los cuadros se volteaban a verle pasar, asombrados ante tal muestra de locura. Las ventanas se abrían y las cortinas flameaban, y dejaban paso a los monstruosos pájaros negros que entraban e invadían la estancia.
Las maderas crujía, las paredes chirriaban, las lámparas caían y el ensordecedor conjunto daba origen a una orquesta fantasmagoría de caos y destrucción.
Todos revoloteaban en torno a un pilar, en el centro del lugar, decorado con hermosas rosas labradas en acero. Ese debía ser el centro de todos los males. El origen de la fuerza sobrenatural que gobernaba todo ese paraje.
Muy encima, sobre el castillo, acurrucado junto a una de las muchas gárgolas de piedra que decoraban la parte superior de la construcción, se hallaba un pequeño, durmiendo apaciblemente, sin inmutarse siquiera por el caos que sucedía directamente bajo él.
El tiempo allí parecía eterno, nada se movía, y creerías que en todo el mundo era igual si no estuviese de fondo el quebrar de vidrios, el raspar de las garras de los cuervos, y al loco recitando una y otra vez aquellos versos.
Finalmente el pequeño abrió los ojos y se incorporó. Miró a su alrededor y pareció decirle a las estatuas: -¿Vamos?-
Un momento después, solo habían pequeñas plumas negras, que el viento trataba de alejar a toda prisa de aquel pequeño páramo en medio de la nada.
No se como llegue a contar esta historia, pero ahora entiendo los versos… “Ojos que no ven… Dedos que no sienten… y un corazón… Atrapado en la corriente… Un pequeño y un anciano… tomados de la mano… alzan sus alas… negras de esperanza…”
lunes, 12 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Excelente!!
Konaza!
Publicar un comentario