...ósculo...
El penetrante hedor azufrado me produce nauseas, y me hace recapacitar sobre lo que se me plantea casi a la ligera. Y es que se plantea ante mi el más tentador de los ofrecimientos demoniacos. Y no es un temor piadoso, ni una moral íntegra, lo que me hace dudar frente al acuerdo, sino el hecho de que coloque mis dos deseos más íntimos y primordiales de frente, y me ofrezca uno a cambio del otro. Creo que ni aunque me cobrara mi alma, no habría logrado hacerme dudar tanto como, sin embargo, lo hago ahora.
La sonrisa macabra en su rostro animalesco muestra cuanto disfruta verme así. Sentado en su trono de llamas y calaveras, el rey del Tártaro observa. Mientras, su sirvienta, un truculento demonio capaz de transformarse a voluntad en una deslumbrante doncella, continua azuzándome para que tome pronto una decisión.
No hay truco. No hay engaño. Y disfruta aún más porque me sabe consiente de esto. Sabe que en mi mente y mi corazón, tengo claro que en realidad solo está aprovechándose de una bifurcación natural del destino para burlarse de mi.
De un lado, mi propio reflejo me sonríe, con un cuerpo completamente desnudo, con un intrincado diseño de runas tatuado sobre la piel. Con una figura de cuatro aspas sobre el ojo izquierdo, y una única línea perpendicular sobre el derecho. Eso es el poder. El poder que tanto anhelo…
Del otro lado, un vulgar mamífero de felpa, de un rosa pálido, casi diluido por el tiempo. Otro símbolo. Un cariño intenso, y no pasajero. Que el tiempo destiñe y destiñe, sin poder jamás privarlo de su color.
¿Por qué se empeña tanto el corazón en hacer sufrir a la mente?
Decidí sellar el contrato antes de volver a dudar. Asentí con la cabeza, mientras se acercaba a mi aquel ser del inframundo, a firmar de la única manera válida en el plano astral…
… Y entonces sentí un beso. Un beso que no era tuyo, ni de nadie en particular, y sin embargo, lo era todo. Una extravagante sinfonía de textura y caricias, que quizás iba un poco más allá de la moral.
Abrí los ojos, y no estabas. Sólo un pliego de las sábanas, unos finos labios de seda pegados a los míos, me hacían compañía en mi fría habitación.
Mis ojos se derraman sobre mi lecho, y siento como el monstruo del deseo arde en mi pecho. El ansia de obtener rápidamente lo que se ha pedido. Pero sé que para ello falta aún mucho tiempo, y por eso lloro.
Lloro porque lo tuve, y lo perdí. Lloro porque lo quiero, y se rehúsa a confiar en mí. Lloro porque el amor que siento en ti se siente cada vez más frio, y a la vez, con más ansias de arder. Lloro porque me gustaría poder llorar contigo, cuando lo único que hago es dejarme llevar por tu sonrisa, la misma que me ató a ti por primera vez. La misma que veo cada vez que cierro los ojos, que miro una foto, que no le grito a alguien, sino que le tengo paciencia. La misma que vela mis noches, en la forma de un ángel de alas negras.
Sufro porque cuando te amaba, te deseaba, y ahora que te amo más, el deseo es secundario contra el simple saber que aún hay algo dentro de tu pecho que me pide que le hable, que me abra y le llore mis penas, que me dice que quiere reír mis risas.
Sé que escogí, y escogí mal esa vez. Pensé, y dudé, y sufría también. Porque aún recuerdo que yo luché hasta el final por estar a tu lado, y te sentía cada vez más lejana. Y me parte el alma saber que cada paso que doy, me aleja dos más al final.
Pero no es menos cierto que uno solo conserva lo que no amarra.
Y no me preguntes entonces como llegamos aquí. No me preguntes porqué sufro cuando incluso finges enfadarte conmigo. Solo déjame ser feliz, sintiendo esos labios que sí son tuyos, viendo como la sobra de mi reflejo se pierde detrás de la decolorada felpa por la que daría mi alma...
2 comentarios:
Tu habilidad como literato cada dia me sorprende mas. Has crecido, querido Lord Faerigan,has crecido y madurado. Mi congelado corazon se regoza por tu avance. Mi sed de ti aumenta con los años, y mas aun, al leer lo que dicta tu palpitante corazon.
Saludos de alguien que no olvida.
Palpitante no gracias a vuestras tiernas palabras durante los últimos días. La verdad, es a la vez ácido y dulce el recuerdo del pasado, que yo tampoco olvido.
Hace mucho que la estrella de mi cuello acabó en un cajón. Hace mucho que dejé de frecuentar vuestro blog.
Porque, ya sea que lo creáis o no, derretir un glaciar sí es posible. Volverlo a congelar... no. Aún cuando en esta ocasión, sea más bien a la inversa.
Yo encontré al fin mi camino, y debo deciros, que con el vuestro, diverge.
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