domingo, 20 de junio de 2010

Sueños de una noche de día:

...[Sueño de una noche de Día]...
"como saber si un corazón
roto aún funciona?
Es que acaso sigue
haciendo ?"
– Lord Faerigan.

La fría luz inexistente del comienzo del ciclo del ciclo del astro de plata iluminaba las sombras de la habitación de una joven emocionada.

Un poco de desesperación, ansiedad y confianza se mezclaban indiferentes en su corazón. No había razón para que esa noche fuera diferente a las otras. No que ella supiese.

El cabello suelto, le caía por sobre el camisón, que sólo usaba para mantener la fachada. Mas las profundas sombras bajo sus ojos delataban la verdad.

Clamaba tener pesadillas, y para poder dormir, algo que fuese suficiente, iba a su cuarto en cuanto el sol amenazaba con desaparecer.

Allí fingía, hasta que alguien pasaba a corroborar su relato. Sentía el chirriar de las bisagras más que oírlo. Fruncía el seño, con los parpados muy juntos. Se volvía un poco, y respiraba ruidosamente.

El espectador suspira, y juntaba la puerta cuidadosamente.

Ella se levantaba entonces, se cubría con un cobertor, deslizaba suavemente el pestillo, y abría la ventana, y se apoyaba en el alfeizar. Esperando.

Oteaba el horizonte, El sueño quería llevarla consigo. Arroparla junto a sus coloridos almohadones. Pero ella se resistía.

Una caricia gélida en el viento delataba el momento anhelado.

Unos brazos firmes la rodeaban desde su cintura, y de la neblina fotofóbica, noctámbula, surgía el rostro esperado por la mente diurna de la muchacha.

-Lamento la tardanza.- Le dijo el recién aparecido.

-No importa

Una sonrisa radiante iluminó levemente la evidencia de su insomnio. Fue sólo un momento, un instante ínfimo, pero fue suficiente para que el etéreo ser lo persibiera, y una sombra de pesar cayó sobre su rostro.

-¿Qué sucede?

-Es mi culpa…

-¿Cómo…?

-No has dormido nada las últimas semanas, ¿Verdad?

Un rubor, entre culpable y avergonzado.
Una lágrima carmesí rodó por la mejilla blanca.

-Es que… esto no debería ser… -La voz del ser innatural que se hallaba en la habitación pareció quebrarse. –… Tienes que seguir el curso natural de las cosas… un humano… y un monstruo…

No sabes… No sabes cómo desearía poder caminar contigo bajo el sol… poder descanzar a tu lado de noche… En cambio… debo… al anochecer, y velar un sueño que te resistes a vivir…-

-Pero… Pero… Prefiero estar contigo de verdad, que sólo soñarlo, y que al amanecer, desaparezcas… prefiero poder despedirme…

La sangre caía insanamente de esos ojos desesperados.

-Lo siento… De veras que lo siento…

-Pero si no es tu culpa…

-Aún así… todo lo que hago es causarte dolor y complicaciones… no sé como logras aún quererme, a pesar de todo…


-Eso es porque no te quiero. ¡Te amo!

Los papeles se invirtieron, y ahora era la joven quién envolvía a su acompañante.

-Tú eres todo lo que necesito, y si para verte deberé dejar de dormir, dejar de soñar, incluso dejar de comer, lo haría gustosa.

-¡No! Tienes que descansar. Tienes que comer. Tienes que soñar… Hazlo por ambos… hazlo por mí, que ya perdí todo aquello…

La abrazó más fuerte, sin dejarse llevar, recordando lo frágil que aquél cuerpo mortal era frente a sus longevos brazos. Ella limpiaba cariñosamente los costrones que ya comenzaban a formarse en su rostro.

-Sabes… Quiero hacerlo… Ahora…

Él la miró, asombrado.

-Sí, sé que dolerá, pero quiero saber que tengo una parte de ti siempre conmigo. Sólo así lograrás que pueda conciliar el sueño… que sienta que sigues conmigo cuando despierte…

Asintió levemente, y con el dolor de su alma inmortal, desgarró precisamente la tersa piel de la muchacha. Lo más cercano al hombro que le permitían sus ropajes. Así, nadie vería la marca.

Bebió, sólo lo suficiente.

En el momento mismo en que perforó aquella piel virgen, un gemido reprimido reverberó por la habitación. Una mezcla de fantasías cumplidas y un dolor apenas soportable.

Y la sensación de escurrir en el interior de su amado, era sencillamente indescriptible.

El terminó antes de lo que ella hubiese deseado, pero ahora venía la otra parte.

Él se llevó la mano a su propio cuello, y realizó una pequeña incisión con sus garras. La joven se acercó, besó cariñosamente la herida, y venciendo un instante de repulsión, lamió aquel líquido que manaba. Sentía la calidez y el sabor alcalino de la sangre de su pasión.

Y entonces, lo vio. Aquello de lo que ya le había advertido. Por sólo un segundo, pudo ver a través de su mente. Pudo sentir como quemaban los sentimientos que tenía por ella. Y, a su vez, el pudo dar cuenta de la pureza de los sentimientos de ella.

Aquel instante de comprensión total se desvaneció muy pronto. Pero el nexo que se había creado, lo sabían indeleble.

-Te amo, Mucharto.

-Yo igual te amo.

-Buenas noches.

-Dulces sueños, amor mío. Ya verás como cuando despiertes, seguiré contigo. Siempre.

Las palabras salieron, casi ininteligibles de la boca de la durmiente: Soñaré con una noche, donde ambos caminemos por el día…