martes, 11 de diciembre de 2012

Necrópolis


...Necropolis...

               A medida que avanzaba el triste silencio de las frías calles de la ciudad, iba dejando atrás partes de mi ser, de mis recuerdos. Lo estaba sacrificando todo por alcanzar mi meta. Ahí, en el centro de la ciudad estaba el templo al cual me veía impulsado por mi destino. Parecía una tragedia, luchaba contra mi destino y terminaba siempre siguiendo los pasos que dictaba esa tenue voz en mi inconsciente. La arena se levantaba veleidosa con cada uno de mis pasos y sentía que me acercaba a un suceso importante. Cuando llegué al límite externo de la ciudad, ya había cruzado lo que en tiempos remotos habrían sido los barrios pobres. Había harapos por todos lados, vasijas rotas que aún tenían agua en su interior, telas raídas, algunas esposas de hierro refundido, herramientas de madera mohosa y las pequeñas casas derruidas con restos de alfombras roídas, como en un intento de zurcir cual  estropajo las viejas estructuras. No había una sola alma a quien preguntarle el nombre de esta ciudad, cómo había llegado aquí o incluso como habían llegados ellos allí. Sólo las ventanas tenían miradas, sentimientos melancólico y desamparado que entornaba la vista cuando cruzaba por sus cercanías. El muro que daba acceso a la ciudad verdadera, aquella donde cada persona tenía su casa, estaba vacío. Sin guardias y sin postigos. Sólo quedaba la pesada marca de la gigantesca puerta que había dejado un hueco de proporciones gigantescas en el edificio. Avancé calmadamente, escuchando repicar el sonido de mis pies sobre la tierra dura del camino principal. No hay nada más espantoso que el eco del silencio. Caminé por los barrios ricos cargados de agasajos, de joyas y telas preciosas, pero no había habitante alguno. De hecho, salvo por la vegetación que se abría paso aquí y allá donde encontrara humedad suficiente, no había ningún indicio de vida. Las moscas, hormigas y otras alimañas habían quedado muy lejos dese hacía un tiempo. No las recuerdo incluso desde el momento en que llegué al desierto sin direcciones, donde siempre era de día, en el cual gracias a la fortuna –buena o mala- encontré este lugar. Me acerqué a un pozo lentamente y saqué agua. Estaba turbia, pero olía a frescura. Bebí un poco, preparado para escupirla en cualquier instante, pero sólo sabía a musgo, como los grandes pozos de otras ciudades. Y todo el mundo sabe que el musgo mantiene a raya las cosas pestilentes en el agua, le gusta vivir tranquilo. Así, pues, bebí lentamente hasta saciarme. Luego de llenar los cueros que traía conmigo, proseguí mi marcha. En la zona comercial, todo estaba limpio. No había frutas, ni siquiera sus restos, ni de las frutas ni de los animales ni de los vendedores. El dinero estaba allí. El mal es más terco que la vida. Además de las monedas de diferentes formas, tamaños y colores, sólo había polvo. Mucho polvo, sobre todos los mostradores. Polvo reseco y silencioso. Seguí caminando. A mí las monedas no me interesaban, no llegué tan lejos por juntar peso en cosas inútiles. Allí, en el centro, estaba el templo con el que había soñado desde mi más tierna infancia. Finalmente lo había alcanzado. Abrí la pesada puerta, la única en todo el pueblo, y entré. Allí no había nadie. Pero sí se escuchaba algo aparte del eco de mis pisadas. Se oía un sonido regular, bajo en tono y sumamente tenue. Era como si alguien golpeara rítmicamente dos grandes vasijas con agua. Un sonido sordo, que empezaba de sorpresa, y acababa del mismo modo. Caminé, y allí, sobre el altar, un pequeño puño rojo se retorcía rítmicamente, emitiendo el sonido. Lo tomé con mis manos desnudas, lo sentí encogerse de a mitades, y comencé a engullirlo, sin masticar, completo. Lo sentí bajar por mi garganta, detenerse a mitad de camino, y presionar.

               La noche ya estaba avanzada cuando despertó. Estaba agitado, pero se sentía reconfortado, de alguna manera. Se reclinó y se dejó vencer por un sueño tranquilo sobre un yate, una muchacha, un sombrero y el eco sordo que emitía su cama al sincronizarse con sus latidos. Tum-tum. Tum-tum. Tum-tum…

lunes, 26 de noviembre de 2012

54D0W



...5h4d0w...

               J0HNY, 5UC3D3 9U3 73 M1R45 4L 35P3J0 Y N0 73 3NCU3N7R45. 5UC3D3 9U3 M1R45 H4C14 3L 50L Y 7U 50M8R4 73 54LUD4 3N L0N74N4NZ4. 5UC3D3 9U3 73 513N735 M3N05, P39U3Ñ0, R3Z464D0, 1NCLU50 LL3V4ND0 L4 D3L4N73R4. ¿9UÉ 53RÁ? ¿9UÉ 35 L0 9U3 73 713N3 4PR1510N4D0?

               J0HNY, 5UC3D3 9U3 73 513N735 47R4P4D0, 9U3 L4 63N73 L0 35P3R4 70D0 D3 71 Y N0 D4 N4D4 4 C4M810. 5UC3D3 9U3 3N 7U5 N0CH35 D3 1N50MN10 P13N545 Y 73 PR36UN745 9U3 H4RÍ4 UN4 P3R50N4 N0RM4L, 4L6U13N D3 9U13N N0 53 35P3R4 N4D4 Y 9U3 C4D4 4CC1ÓN 35 UN L06R0. 5UC3D3 9U3 P13N545 Y 516U35 P3N54ND0 Y D3J45 9U3 7U C3R38R0 53 NU8L3 Y 53 FRU57R3 Y 73 9U3D45 45Í P3N54ND0 P0R MUCH45, L4R645, L3N745, 373RN45, 73D10545, C4N54D45, 70R7U0545 H0R45. P0R9U3 C4D4 536UND0 D35PUÉ5 D3 M3D14N0CH3 53 4L4R64, 53 H4C3 MÁ5 3X73N50. UN M1NU70 P4R3C3 UN4 H0R4. 3L 516U13N73, UN DÍ4, UN D3C3N10, UN M1L3N10. Y 516U35 P3N54ND0, P0R9U3 N0 H4Y N4D4 MÁ5 9U3 H4C3R, Y 3N70NC35 73 D45 CU3N74 D3 9U3 3R35 UN PR1510N3R0.

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               J0HNY, 5UC3D3 9U3 P13N545 MUCH0

               J0HNY, 5UC3D3 9U3 73 C3N5UR45 MUCH0

               J0HNY, 5UC3D3 9U3 73 4M0, Y 9U3 3R35 UN 70N70.

               J0HNY, 5UC3D3 9U3 N0 PU3D0 D3C1R73 3570 MÁ5 9U3 C0N M1 M1R4D4. 5UC3D3 9U3 N0 PU3D0 D3CÍR73L0 MÁ5 9U3 C0N M15 83505. 5É 9U3 3505 L05 3N713ND35.

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               J0HNY…
              
               J0HNY?

               J4N153, 5UC3D3 9U3 35 MUY 74RD3 P4R4 H48L4R73…
J4N153, 5UC3D3 9U3 35745 MUY L3J05 P4R4 8354R73

J4N153, 5UC3D3 9U3 H3 54L1D0 84J0 P4L48R4. 5UC3D3 9U3 M3 1MP0R74 UN C4R4J0 L0 9U3 P13N53N D3 M1. 5UC3D3 9U3 73 9U13R0, 73 4M0 Y 73 D3530. 5UC3D3 9U3 73 V30 Y M3 P13RD0. 5UC3D3 9U3 73 P13RD0 Y Y4 N0 V30. N0 V30 ¿M3 0Y35?

J4N153, 5UC3D3 9U3 H4C3 DÍ45 Y4 N0 PU3D0. N1 9U13R0. 5ÓL0 4 71 73 9U13R0.

5UC3D3…

5UC3D3…

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J4N153, 5UC3D3 9U3 D3564RR0 7U5 PR3ND45 C0N L4 V1574 DÍ4 4 DÍ4. 5UC3D3 9U3 73 C0M0 C0N D3L3173. 5UC3D3 9U3 4H0R4 3N713ND0, M3 4V3R6Ü3NZ0 P0R L0 N1M10. L0 1MP0R74N73 H4 3574D0 513MPR3 FR3N73 4 MÍ.

J4N153, 5UC3D3 9U3 73 4M0.

J0HNY, 5UC3D3 9U3 74M813N 73 4M0. P4573L.

domingo, 21 de octubre de 2012

Somnium Rosarum et Patherae


...somnium rosarum et Pantherae...
静かに 静かに 幕は斬りおとし
覚醒の夜明けに 蒼い炎
-Ranbu no melody (SID)
               En medio de la noche, despierto. Turbado. Dándome cuenta de cuánto te necesito a mi lado. Sin ti mis sueños no son sueños, el dormir y el descansar divergen radicalmente. En medio de tormentas de palabras, huracanes de conceptos, mareas de problemas, tu voz me guía con su luz de faro, seguro, hasta las costas de la tranquilidad. Me alimentas con cada sonido que escapa de tus labios de fruta dulce. Me hipnotizas con cada pétalo. Me cubres con tus espinas, imponentes, aunque suaves y delicadas.

               Llegué a tu lado, en medio de esta selva semi-urbana, semi-barbárica, como un gato negro con la cola rota y los pies llagados. Me abrazaste y acariciaste con tus ramas, transformando tus espinas en suaves peines que acarician mi pelaje. Me alimentaste y cuidaste. Estaba desnudo y me vestiste. Estaba Hambriento y me diste de comer. Estaba herido y me curaste. Y mi alma te sonrió en respuesta. Y mi corazón se abrió para ti. Y crecí. Mi cola sanó. Mi cuerpo creció para contener mi espíritu, agradecido. Ya no soy un pobre gatito asustadizo.

               Y ahora me aventuro, desafiante, con la frente en alto. Sólo tú me escucharás gruñir, rugir en desesperación por la lejanía, en fervor por la cercanía. Sólo tú podrás saber el humilde origen de la bestia que creaste. Sólo tu podrás jactarte de mi nuevo ser. Ya no me pertenezco, aunque al fin me sienta dueño de mi mismo.
              
               Me he vuelto adicto. A tus palabras. A tu respiración. A tus labios. A tu piel. A acariciar tu rostro de rosa impoluta con mis garras retraídas. Ya no puedo descansar sin recibir de ti las palabras que guíen mi ensueño. Ya no puedo soñar si no es contigo a mi lado. Pero te siento. Cada segundo que tengo te siento a mi lado. Te deseo a mi lado. Y cuando tú también lo haces, los pétalos de tus sentimientos me alcanzan con la brisa.

               Te observo ahora en la lejanía, con mis ojos de jaguar melánico, esos ojos que me ayudaste a conseguir. Te observo mientras duermes. Y te protejo. Y no puedo dormir. Algo en mi interior me dice que permanezca despierto. Que ya he descansado suficiente bajo tu guardia y que es mi turno del desvelo. Y así, mientras sale el sol en este amanecer de zafiro, cortando el velo de la noche, muy silenciosamente, yo me acurruco junto a tu recuerdo, lamentando no poder estar a tu lado. Pero ya habrá más noches. Y entonces el jaguar podrá descansar a los pies del rosal, besándolo con un tenue ronroneo.
私はあなたが欠けている.
Dulces sueños.
Je t’aime.
Sleep tight

lunes, 1 de octubre de 2012

Samhain (IV)


01/10/12
"En tres partes se divide el alma humana:
en mente, en sabiduría y en ira".
-Pitágoras
Respiró profundo y trató de apartar de su mente la imagen donde le gritaba hasta el cansancio a la imposiblemente molesta señora que se hallaba de pie junto a él. Podía soportar el agobiante hedor a humanidad que perspiraba la micro. Podía soportar la compresión. Podía soportar el calor del motor bajo sus pies. En circunstancias menos afortunadas que las de ese día podía soportar el tener que realizar el trayecto de casi cincuenta minutos de pie. Pero lo que no podía soportar, y realmente le crispaba los nervios, era el sonido de la mandíbula inicua de la inculta mujer que se hallaba de pie junto a él. Podía ver como el chicle dejaba ir los dientes de la mandíbula inferior con un estridente grito de succión. Cómo el aire lloraba cuando era aplastado nuevamente entre ambos entes marfilados. Podía escuchar cómo se separaban, célula por célula, los labios gruesos y gastados de la ordinaria matrona del desencanto. Escuchar ese chasquido exasperante cuando fracasaba el intento de generar un globo. Y no es que odiara el chicle, no. Pero él cuidaba mantener siempre la decencia y mantener su boca firmemente cerrada todo el tiempo, nada de andar mostrándole al resto del mundo que tan sucia y decaída estaba su dentadura, con tres empastes y dos amalgamas, de las antiguas, que sonaban diferente cuando el chicle pasaba de la parte delantera a la parte posterior de la boca de ese energúmeno. Podía escuchar el sonido amargo, el chasquido ácido, la textura grisácea de desgaste, podía incluso sufrir la vergüenza de la goma que dio origen a la víctima de semejante afrenta contra la deferencia hacia el prójimo.

Sacó sus audífonos y colocó la música lo más fuerte que pudo. Ni siquiera los tarros más ostentosos ni las guitarras más melódicas podían apartar sus pensamientos de la imagen de una boca gigante que mascaba a su lado, directamente sobre su oreja, como tratando de arrancarle la vida a algo intrínsecamente inerte. Buscó y rebuscó, hasta dar con algo que no recordaba haber cargado al aparato. Sinfonía del Nuevo mundo. Sería interesante, se dijo.

El resto del mundo se disolvió en un instante. Dejó de existir todo para él. Se entregó por completo a una excitación tan antigua como la vida misma. Estaba a punto de alcanzar el clímax en el Scherzo, cuando un golpeteo débil pero insistente y sumamente irritante lo obligó a volver a la realidad.

-Oye ¿Por qué no me dai el asiento?- Sonido de succión – ¿O no veí que vengo cansáa?- Chasquido.
-Señora…
-¡Señorita! Desubicaó pa’ má’ remate
-Señora…
-¡Señorita, weon oh’!
-Señora,- Antes de que pudiese responderle de nuevo, le lanzo una mirada asesina que la hizo callar.- No pienso darle el asiento. –Ni se inmutó frente a la mirada de desconcierto del resto de los pasajeros. De hecho, estaba más que acostumbrado –Suelo ser yo una persona bastante deferente, pero debo admitir que me ha usted colmado la paciencia.
-¡¿Qué te hai imaginao pendejo reculiao!? ¿Vo creí que toy pal webeo tuyo?
-Señora.
-¡Señorita mierda!
Se levantó de golpe y sujetó su garganta con la mano derecha, justo sobre la laringe. Apretó levemente, cortándole la respiración. -¿Me escuchará ahora usted?- Asintió levemente, pálida del susto. El resto de los pasajeros no prestaba la menor atención. –No planeo darle yo a usted mi asiento. Verá, no tengo motivo para hacerlo. Podrá usted venir cansada, pero yo también lo estoy, y el que sea al menos diez años menor que usted no es excusa suficiente, porque he tenido un día seguramente diez veces más pesado que el suyo, y yo también quiero disfrutar de tanto en tanto del lujo de realizar mi trayecto sentado. Por otro lado, no es usted quién para hablarme de modales y buenas costumbres, si no es capaz de mantener para usted y su privacidad la sarta de abominaciones que es capaz de introducir entre sus mandíbulas. No me interesa a mi ni a nadie de los aquí presentes el sabor no la marca de la goma de mascar que tanto disfruta, produciendo una contaminación ambiental comparable a un zoológico. Me retracto, he conocido bestias más recatadas que usted y su mordida. – Apretó un poco más la garganta. Ya casi no había color y los ojos parecían perder el enfoque –De modo que no es usted merecedora de mi tiempo ni mucho menos de mi compasión. –la soltó de pronto y volvió a sentarse.

Abrió los ojos. Empezaba el Allegro en sus oídos, y la señora seguía a su lado, con su ruido infernal. Se había dormido. Había sido un sueño agradable.

Se levantó, presionó el botón y esperó. Cuando el vehículo se detuvo, descendió y emprendió el trayecto que le faltaba a pie. Se fue sonriendo. Llego a su casa, y fingió comodidad e incluso se las ingenio para fingir que fraternizaba con su familia. Entro a su habitación y cerró la puerta tras de sí. Sacó el sobre negro y lo colocó sobre el escritorio. Ni siquiera necesitaba abrirlo todavía. Ya sabía todo lo necesario por el momento. Había sido elegido y con eso tenía suficiente. Alguien finalmente había reconocido a su verdadero yo a través de su actuación. “Trata a los demás como quieres que te traten así”, qué mentira más grande ¿Por qué nadie respondía a sus insultos, ah?

Bueno, si lo que se decía era cierto, ahora tenía una posibilidad concreta de encontrarse con alguien parecido a él, con quién poder sostener una conversación de mentiras en la que quizás lograra encontrar alguna verdad. Porque llevaba tanto tiempo en su papel de hijo, padre sustituto, alumno aplicado, persona agradable, que ya ni siquiera sabía si había algo que fuese real en él.

Aparte de su odio, claro. Eso sí sabía que era real…


domingo, 30 de septiembre de 2012

Samhain (III)


30/09/12

“Back home, off the run
Singing songs that make you slit your wrists
It isn't that much fun, staring down a loaded gun
-My chemical Romance

Se encontraba de frente a la pantalla del computador. Estaba a punto de lograrlo, si podía reescribir uno o dos códigos más entonces sería famoso por todo internet. Cambió el último número, y sonrió satisfecho. Ejecutó el programa y se dejó llevar por una ola de excitación cuando su versión casera del Minecraft, con un mod del señor de los anillos. Fue hacia la mesa de trabajo y se puso a trabajar para fabricar los siete anillos de los señores enanos, los tres hermosos anillos con piedras preciosas de los señores elfos, los nueve vulgares anillos de los Nazgul y, finalmente, el maravilloso anillo en cuya descripción decía “El anillo único”. Sus pupilas se dilataron notoriamente, capturó la pantalla y se conectó a facebook. Tenía que darlo a conocer, después de todo, había pasado todo el fin de semana haciéndolo. Luego de darle click a “publicar”, bebió de un sorbo la media taza de café que aún le quedaba, cerro el laptop y se reclinó en su silla. Le ardían los ojos terriblemente y sentía un escozor en las partes bajas. Decidió que era momento de levantarse y tomar una ducha. Tenía las piernas dormidas, pero hizo un esfuerzo y caminó hasta el baño. Tardó cerca de cuarenta minutos en salir del agua, mas se sentía limpio y renovado. Si no fuera por las doce tazas de café cargado ingeridas en las últimas 13 horas, de seguro caería rendido enseguida, después de todo había estado 39 horas en pie –o más bien, sentado- trabajando en su pequeño proyecto. Seguramente José lo mataría más tarde. Había prometido que iría con él a la fiesta, pero de verdad no le gustaba nada la idea. Había ido a una de esas fiestas  que le gustaban y había estado una hora tosiendo por el humo del cigarrillo –que quizás ni siquiera fuese tabaco- y otra media hora vomitando por el famoso bloody Mary que quién diablos sabe qué contenía. Pero él no se daría por vencido, planeaba arrastrarlo a todos los eventos a los que fuera invitado con tal de sacarlo de su habitación. ¿Por qué le molestaba tanto? Podía hacerlo todo desde allí, sobre todo desde que los supermercados descubieron el negocio de la entrega a domicilio. Llevaba dos semanas completas sin poner un solo pie fuera. Incluso le había dejado una propina especial al portero para que le subiera su correspondencia. Hablando del rey de roma, ya se estaba retrasando, se supone que tenía que llegar a primera hora. Bueno, que importaba. Sonó el timbre, se envolvió en su bata querida y caminó hasta la puerta. Llevo el ojo a la mirilla, confirmando que era, efectivamente, el conserje. Quitó el primer pasador. El segundo. El primer pestillo. El segundo. Giró el pomo. Volvió a soltarlo. Volvió a girarlo y abrió la puerta. –Gracias- dijo, tomó las cartas, puso un billete de cinco il pesos en la mano del portero. Volvió a meter a mano al bolsillo, sacó otro billete idéntico y lo colocó también sobre la mano del portero. –Gracias- dijo, y cerró la puerta antes de que pudiese responderle. Giró nuevamente el pomo y volvió a soltarlo. El segundo pestillo. El primero. El segundo pasador. El primero. Suspiró y se sintió mejor. Revisó las cartas. Dos cuentas que ya había pagado por internet. Una era de su padre, preguntándole como había estado. Que típico de él mandar una carta y no un mail. Pero claro, su padre era chapado a la antigua, y no le gustaba mucho el internet. Espera, había algo raro ahí. ¿Un sobre negro? No recordaba conocer a nadie –ni siquiera en los foros recordaba haber leído de alguien- que usara o hubiese visto un sobre negro. Lo dejó sobre la mesa y corrió al computador. Lo abrió de un tirón y tecleo con toda la experticia de años. Sí, ahí había algo. Se decía que en un sobre negro llegaba la invitación para esa extraña fiesta de halloween. Qué raro, no recordaba haberse inscrito. Seguramente era obra de Jose, debe haberlo inscrito el muy bastardo. Como fuese, iba a averiguar bien de que se trataba para poder decirle con claridad que no iría. Rasgó el sobre, cuando escuchó un ruido estridente. ¿La ventana? Imposible, estaba en el segundo piso ¿Qué idiota entraría al segundo piso si podía ir a robar al primero? Se agazapó bajo el escritorio y colocó la silla delante de sí, aplastándose un poco en el intento, sin que le importara demasiado. Entonces apareció. Sí, había alguien entrando a su departamento ¡Qué horror! ¡¿Qué podía hacer?! Comenzó a botar sus estantes buscando algo de valor ¡Cómo no veía que tenía casi cien mil en figuras de colección! Fue hacia el baño y comenzó a botarlo todo allí. Se le escapó un sollozo involuntario. El intruso lo escuchó y se volteó en su dirección. Lo encontró con bastante facilidad y lo sacó a rastras. No tenía forma de resistirse, era mucho más fuerte que él. Comenzó a golpearlo y a gritarle que le dijera donde tenía la plata, que un bastardo psicópata como él era de los que guardaba su dinero bajo el colchón. Entonces se rió de sí mismo y de la cara de sorpresa del agredido. Lo soltó y se dirigió al dormitorio principal. Volteó la cama completa, y allí efectivamente había varios billetes, organizados cuidadosamente en pares de rollos, atados con cintas. Él estaba allí sollozando, le ardía toda la cara. Entonces leyó un fragmento de la carta, ahora pisoteada, que venía en els obre negro. Tenía razón… Toda la razón… Se levantó lo más silencioso que pudo, aunque no importaba demasiado porque el ladrón estaba realmente emocionado de que su plan realmente hubiese funcionado. Lo habían dateado bien, claro, era un debilucho con dinero que ni siquiera salía de casa ¿Qué podía salir mal?

Cuando se volteó vio al escuálido veinteañero alzando a duras penas un extintor por sobre su cabeza. Antes de que pudiese sorprenderse, sintió un grito. Luego, nada…

Carabineros no tardó en llegar. Tomaron las declaraciones del inestable personaje y se llevaron el cuerpo. La verdad les disgustaban las estanterías y los poster de monitos animados y la manía del agredido de repetir todo dos veces. Se llevaron el cuerpo y al portero, que confesó haberle proporcionado información al criminal.

Cuando se encontró solo nuevamente, agobiado por un vigor que no conocía, el cerebro aún le zumbaba por la adrenalina y el incesante sonido de los radios de los uniformados. Había matado a alguien. Y se sentía bien.

Se agachó y recogió la hoja del suelo. Cerró los ojos,  se dejó caer sobre su cama. Necesitaba dormir. Pero sabía que al despertar pensaría lo mismo que en ese mismo momento.

-Quizás… Quizás… esa fiesta no sea tan mala… tan mala


(…) esta no es una fiesta cualquiera. Sólo entran pecadores. Ven. No temas. Aquí somos todos uno de lo mismo. Después de todo, de eso trata el Féile na Marbh…………                               “








sábado, 29 de septiembre de 2012

Samhain (II)


29/09/12
“Roxanne (…)
You don't have to sell your body to the night
-Fall out boys
Miró casi con desprecio lo que la señora recatada había depositado en su mano. “Claro, como la ven a una con uniforme creen que no necesito nada, perra”. Cerró el puño con fuerza, lo suficiente para que la miserable moneda de cincuenta pesos dejase su marca en la palma de su mano. Luego la dejó caen en el bolsillo del uniforme que el supermercado al obligaba a llevar. Había estado todo el día de empaquetadora, necesitaba urgente conseguir fondos. Sería descarado tener que volver a pedirle dinero a sus amigos para poder cenar. Pero la desquiciaban esas señoras, con sus trillones de cosas, bolsa tras bolsa ¿Y qué obtenía? Una miserable moneda que ya ni siquiera alcanza para más que tres frugelles. Estaba segura de que esas señoras ni siquiera sabían el valor de una moneda bien trabajada.

Suspiró profundamente. No tenía sentido hacerse mala sangre por viejas cuicas. La miró con el rostro más inocente que pudo, y dijo, sin mirarla a los ojos –que no hubiese cambiado nada, pues la señora tampoco la miraba, como si fuese indigno mezclarse con esa clase de gente-: Muchas gracias.

Cuando la señora ya se alejaba, su hijo colocó algo en su mano. Era un muchacho bastante apuesto, si no tuviese semejante madre, seguramente se le habría insinuado, aunque fuese un poquito. El joven le sonrió sin coquetería, más bien como una disculpa, y se fue. Cuando abrió su mano, encontró un billete de mil pesos. Se escapó de sus labios una risita nerviosa. Con esto podría comer de verdad, y no sólo fideos instantáneos. Lo miró para darle las gracias, y se dio cuenta de que se había marchado en cuanto le diese el dinero.

Un carraspeo la devolvió a la realidad. La cajera ya estaba a la mitad de otra venta y ella no había empezado con las bolsas. Guardó rápidamente el diner y siguió con lo suyo, avergonzada de su reacción y censurándose por el calor interno que intentaba aflorar en su cuerpo. Cerró su mente y se concentró en terminar pronto su turno. De seguro que cuando comiese algo esa sensación incómoda desaparecería de su estómago.

Volvió a casa orgullosa, con una bolsa pequeña con algunas verduras frescas, huevos e incluso un par de hamburguesas. Aún le quedaba un poco de pan del otro día, seguramente estaría un poco duro, pero si lo ponía a tostar, y con un poco de carne, lechuga y tomate ni lo notaría. Llevaba tres días comiendo de esas pastas instantáneas que no son malas, pero cansan rápidamente, y aún le quedaban cinco días para fin de mes. Su orgullo le impedía llamar a sus padres por dinero. Además, ellos ya tenían bastante pagando su mensualidad, y la de sus hermanas. Pero bueno, las cosas estaban como estaban y no había nada que pudiese hacer en el tiempo inmediato. Cuando egresara, regresaría al norte y podría llevar una vida un poco más tranquila.

Sólo cuando ya se encontraba completamente satisfecha, y estaba a punto de dejarse caer sobre su cama para despertar de doce a quince horas después, se percató del sobre. Estaba a unos pocos centímetros de su puerta, seguramente lo habían deslizado hacia el interior. No le había llamado antes la atención porque era negro, y se confundía con la sucia alfombra. Lo recogió, y lo leyó con cuidado. Más propaganda se dijo, y lo dejó por ahí. Mañana también tenía turno, pero gracias a Dios era en la tarde. Rió por lo bajo.

-Sí, claro… ¡gracias, Dios!- la ironía en su voz era casi palpable. Al menos se desquitaba con algo que no existe en vez de una persona. Extrañaba a Joaquín, pero después de esa pelea, seguramente ni siquiera quería saber de ella. Cerró los ojos antes de que una lágrima escapara y se llevara consigo su amargura. Nada haría que dejase de odiarse a si misma por eso. No se perdonaría.

Dejó que Morfeo se la llevase consigo y se abandonó a la ilusión de que jamás había peleado con Joaquín, que seguían juntos. Que los dos pasaban hambre y frió, pero al menos estaban juntos, y podían darse calor y ayudarse a olvidar el hambre. Ahora no podía hacer nada de eso. Se abrazó sus rodillas y cayó profundamente dormida.

Despertó sobresaltada. Su reloj no había sonado, lo sabía, porque hacía demasiado calor para la hora en que debía levantarse. Miró el reloj y saltó de la cama. Se arrojó al chorro de agua y se vistió como pudo, tomó en el camino su uniforme y las hojas sobre la mesa, acostumbrada por dejar siempre ahí las cuentas atrasadas apenas dos días antes de que le cortaran el servicio. Bajó las escaleras aún estilando, y corrió hacia el metro. Durante el trayecto era consciente de que atraía las miradas, entre su vestimenta ligeramente osada y su cuerpo aún húmedo y exhausto, pero en realidad no le importaba. Necesitaba mantener su trabajo, y llegar tarde era la única maldita causal de despido.

Llegó con un minuto de adelanto, sintiéndose completamente extenuada. Se colocó el uniforme y tomó su posición. Cuál sería su sorpresa al toparse, pocos minutos después, con el mismo muchacho apuesto del otro día.  Parecía tan sorprendido como ella, y se ruborizó levemente. Entonces se percató de que el joven intentaba con todas sus fuerzas apartar la mirada de su escote y actuar con un poco de dignidad. Ella le sonrió coqueta, y cuando le entregó su bolsa –una máquina de afeitar, unos desodorantes y un paquete de condones- los dejó caer a propósito, y cuando se agachó a recogerlos, tal como ella había previsto, bajó con él y le susurró al oído con la voz más sensual que poseía:

-Quizás yo podría ayudarte a usarlos como corresponde, guapo

El muchacho enrojeció completamente, tartamudeo un Gracias y se marchó abochornado. Ella suspiró, quizá no era de su tipo. Lástima, realmente se sentía como para una aventurilla. Aún no podía deshacerse de esa sensación de vacío de la noche anterior. Entonces recordó la carta, y el nombre con el que la habían llamado. Sí, le venía de mil maravillas.

Terminado su turno, antes de alcanzar la salida, se encontró de nuevo con el muchacho. La había esperado todo ese tiempo, y estaba rojo de vergüenza. Ella le ofreció su mano. El dudó por unos segundos y después la recibió. Caminaron juntos hasta el auto del muchacho y se subieron juntos.

-Mis padres viajaron ayer por la noche…
-Perfecto- dijo ella sonriente. –Así no habrá nadie que nos interrumpa. –Estiró el brazo y palpó la excitación del conductor.

El resto del viaje transcurrió en silencio. Llegaron a una casa bastante menos lujosa de lo que ella esperaba, pero no por eso menos impresionante. Cuando entraron, y se escuchó el ultimo ¡Click! De la llave en picaporte, y antes de que pudiese extraerlas de la cerradura, ella lo besó. ¡Qué mal besaba el muchacho! Incluso le rompió un poco el labio inferior. Pero eso no importaba ahora ¿Verdad? Comenzó a desnudarlo, y ayudó al joven a quitarle el uniforme, el top y el brasier. Luego lo miró directo a los ojos, y le preguntó por algo apra beber. Cuando el muchacho hizo el gesto de levantarse a buscarlo, ella sonrió y en dos movimientos se deshizo del cinturón y de la cremallera.

-No, quiero que te quedes aquí como un buen niño esperándome, y ponte una de esas cosas que compraste mientras yo voy, dime por donde.

Apuntó hacia la cocina mientras sus ojos revelaban la incredulidad que sentía frente a una situación que no había pensado ni siquiera en sus fantasías más atrevidas. Entonces ella se fue, cubierta únicamente por la escueta falda y sus calzas. Llegó a la cocina, y buscó el bar. Todos los arribistas tienen un mini-bar. Encontró lo que buscaba. Saco dos vasos, y se los llevó consigo. Antes de salir de la habitación, sacó una pastilla amarilla, con un relieve en forma de un rostro sonriente, y lo colocó en el vaso más lejano a sí, que luego entregaría al pobre diablo de la sala de estar.  Sirvió whisky para ambos, y le entregó el vaso marcado.

-Salud
-Pero yo no…- lo calló con un beso. –Sa…Salud.

Bebió hasta el fondo con ella, aunque luego tuvo un ataque de tos. Ella volvió servir, y se sentó sobre el joven, procurando moverse apenas lo suficiente, mientras lo hacía brindar de nuevo y de nuevo, sin darse cuenta de que ella sólo fingía tomar y luego servirse.

Quince minutos después, yacía profundamente dormido, por la calculada dosis de alcohol y extasis ingerida. La muchacha ya había desvalijado completamente el lugar, y volvía a pensar en la carta. Sí, definitivamente le iba como anillo al dedo. ¿Quién lo diría? Era ahora la Reina de las brujas.
13) Acumulen sus pecados, pues se les dará la oportunidad de sufrir por ellos, o de expiarlos, uno por uno, hasta el final de los tiempos…                                                                                                    “

Samhain (I)


...Samhain...
Memento Mori
28/09/2012
               “…Uno de ustedes morirá, desaparecerá de los anales de la historia, y este crimen pesará sobre ustedes por el resto de sus vidas”.

               La sangre escapó lentamente de su rostro, pero no pudo evitar sentirse emocionado. Su corazón comenzó a latir más rápido en cuanto encontró el sobre negro en su buzón. Había tardado cuatro años, pero al fin había conseguido que lo invitaran a la grandiosa fiesta All hallows eve. Era sencillamente la mayor aglomeración de prensa que podía imaginarse en esta ciudad que cada día colapsaba un poco más sobre su propio peso. El misterio en la forma de postular- el sitio web sólo operaba a medianoche, durante cinco minutos, y la inscripción comenzaba y acababa entre abril y mayo. Las teorías que poblaban la red hablaban de una asociación con Giamonios y Siamonios- y como nunca se conocía a ciencia cierta la identidad de los sorteados le daban un aura de misterio que fascinaba a lo más jóvenes y atraía a los adultos deseosos de probar que la vejez no se estaba apoderando de ellos.

               Lo que se había logrado averiguar, era que el lugar geográfico de la fiesta era en una casucha abandonada, a la que se llegaba tomando la curva incorrecta y alejándose cerca de un kilómetro de la bifurcación del Santuario de la Naturaleza el Arrayán. Allí se alzaba imponente un castillo construido a pulso varias generaciones atrás. Al parecer ha pasado por diferentes circunstancias, y la casa se mantiene en una ruina permanente. Pero una vez al año, la mañana del 31 de octubre, luce con todo su esplendor de antaño, imponente. Los pocos periodistas que aún tienen esperanzas, se sientan a algunos metros de distancia, del lado más lejano del puente, esperando que lleguen los invitados, tratando de identificarlos. Pero todos los años ocurría lo mismo. Llegaban en grupo, en medio de la noche, con antorchas que velaban las fotos y máscaras comunes y corrientes – de esas que se consiguen en Meiggs, o en pio nono, al pie del San Cristobal-. Llegaban tres automóviles hasta la bifurcación, y seguían a pie hasta más allá del puente. Luego, se abrían las puertas, y una mano larga se extendía, invitándolos a entrar. Habían numerosas fotos de ese único gesto ¡Diablos! Si él mismo había tomado unas cuantas de ellas. Un periodista intentó entrar disfrazado con los demás, pero dijo que en cuanto entró le vendaron los ojos y le taparon la boca. Muy suavemente le susurraron al oído, diciéndole que las instrucciones eran claras, lo voltearon y arrojaron de bruces contra el suelo. Tres puntos y que le recolocaran el tabique, eso consiguió. Luego, a la mañana siguiente, los trece invitados –Siempre, siempre eran trece- salían. Seguían con las máscaras, pero la luz les permitía contarlos con cuidado.

               Si las palabras contenidas en la carta eran verdad, entonces quizás no eran trece, después de todo, los que entraban. Se dijo que debía revisar los archivos de la biblioteca, quizás alguien hubiese desaparecido por ese tiempo.

               Pero ya se preocuparía por eso luego. Él, Ro… no, ya no podía llamarse a si mismo así  ¿verdad? La carta lo decía, su nombre era otro hasta el primero de Noviembre. Bueno, como fuese, él tenía la invitación, y ahora podría entrar y ver las cosas por si mismo, y tendría la noticia, y se lo enrostraría a su odioso jefe, que como todos los otros editores, no habían querido publicar nada sobre el tema por no tener mayores pruebas y no querer verse implicados en un lío religioso. Pero esta amenaza podía cambiar las cosas. Nada hace más apetitosa una noticia de farándula que cuando añades un crimen a la ecuación.

               Volvió a meter la carta en su sobre y la dejó sobre la mesa. Tomó su abrigo y salió. Necesitaba una máscara y una antorcha.

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1) Desde ahora y hasta que termine todo, olvidarás tu antiguo nombre para todos los efectos prácticos, olvidarás tu nombre mortal, y serás conocido como...

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martes, 21 de agosto de 2012

Dripping


...Dripping...

Pequeñas lágrimas prístinas caían lenta y dolorosamente de los cristales mientras la respiración de lo que bien podría haber sido un millón de personas se condensaba pesadamente desde un aire denso de masa vizcosa sofocante y perversa que inevitablemente se forma como respuesta a la aglomeración de personas que aunque no lo sabían –lo sospechaban- compartían la misma meta bajo diferentes ideales diferentes miradas diferentes vidas como quien se haya perdido y se busca y se encuentra en un mapa pobre con letras pobres y lugares pobres creyendo fielmente que lo que ve en el mapa es real y lo que ve en realidad no es más que una vil mentira tejida para confundir su mente descarriada que busca un camino para hayarse a sí misma Mas parece imposible o más bien increíble que todas estas personas se crean iguales a mí a nosotros incluso siendo que solo comparten y por las coincidencias de la vida –cruel destino de avatares indecifrables- un sueño efímero de despertares asépticos y flujos laminares que no reconocen ni valoran por lo que en realidad significan Pero no no es por ellos que mi mente se diluye y se deja caer gota por gota como las mismas lagrimas humanas de los cristales vibrantes de la máquina imponente que transporta al gentía NO Cae mi mente por culpa de esos ojos que me miran que me observan desde más allá de los parpados pesados que espero que despierten pero que no quiero que se abran pues cuanto más lo pienso más me atrae su belleza en duermevela quisiera poder retratar este momento más las pinceladas que pudiese dar sería arrojar barro sobre una perfección que asemeja al lienzo blanco y núbil NO una fotografía sería igual de injusta y sólo me queda disfrutar del claro de calma y amparo que generas a mi lado mientras a nuestro alrededor se acumula el olor de cuarenta cuerpos ajenos que no son capaces de oponerse al goteo gota por gota de una silenciosa y mortífera amiga que va de mis venas a las tuyas y de las tuyas a las mías por una vía un catéter invisible de conexiones etéreas que nos inyecta la vida un goteo de ENDORFINAS y DOPAMINAS –y quizás que otras INAS- que nos permiten gozar cada minuto de este sofocante y abrasador rincón de cielo y mirar el rostro de los cristales sacudir sus lágrimas con el dorso de la mano y disfrutar del paisaje triste del progreso preguntándonos sin poder evitarlo quién irá más rápido si el bus o nosotros.

domingo, 24 de junio de 2012

Despertar





...despertar...
“I’ve dreamt so long I cannot dream anymore
Let’s run away, I’ll take you there”
-“Anywhere”, Evanescense
            Cuando desperté me di cuenta de que lo que había soñado –o lo que creí haber soñado- seguí a mi lado, produciéndome a la vez una sensación de bienestar inefable y una confusión apenas menor. Había pasado la noche abrazado a un Ángel. Y no lo digo figurativamente. Desperté porque las blancas plumas me tapaban el rostro y me sentí ahogado por un momento. Desperté y ahí estaba, en todo su esplendor. No esperaba que las cosas terminaran así, y sin embargo, me sentía extrañamente familiarizado con la situación, como si toda mi vida culminase en ese momento, en esa situación, con ese ser superior.

            Había pasado la noche anterior en el limbo, luchando entre el Tártaro y Valhala, deseando poder quedarme quieto en cualquiera de los dos, cuando llegó. Si no hubiese sido por esa mirada, jamás habría adivinado de quién se trataba. La mirada era la misma –no exactamente, pero sí lo suficiente para seguir siendo única e inconfundible- pero el resto del cuerpo se había transfigurado. Traía una túnica blanca, apenas perceptible y agradable al tacto, y sus alas generaban olas de aire que flotaban a su alrededor con el más mínimo movimiento de su rostro.

            Se acercó a mí, y me escogió a mí, me redimió y me absolvió. Me tomo entre sus brazos, y me mostró un pedazo del firmamento.

            Luego de eso no tengo recuerdos concretos, sino más bien emociones, sensaciones y colores que se entremezclan de manera inconexa e increíblemente armónica. La sistematización del caos a su máxima expresión.

            Le estaba prohibido compartir con un mortal, sobre todo alguien como yo, y sin embargo, se acercó a mí. Y si bien nos encontramos después compartiendo el lecho, yo jamás me atrevería a cometer mayor sacrilegio que el reconfortarme en el seno de sus alas. ¡Cuánta emoción y cuanta alegría!

El sueño más reparador de mi vida, para despertar y creer que sigo soñando, o soñar que sigo despierto soñando que despierto del sueño de mi ensueño, donde ni los sueños ni el desvelo pueden quitarme lo que despierto creo haber visto y que en sueños persigo, pero que sueño que sueño despierto soñando que lo vivo, mientras vivo en un sueño donde lo que sueño no es más sueño que la mano con la que acaricio ahora su rostro y que me dice que esto no es un sueño y que sólo sueño que lo sueño, y despierto, y te encuentro junto a mí, y me convenzo, y si esto no es un sueño, que jamás vuelva a soñar, pues toda realidad será un sueño frente a este sueño hecho realidad.

-¡Así sea!- exclamó una voz en el más recóndito rincón de mi mente.

Y ya nunca más pude soñar.
Y nunca más pude despertar.
Y ya nunca volvería a ver las cosas de la misma manera.
Y ya nunca me arrepentí de nada.
Y ya nunca me separé de esas alas,
Que me abrazaron,
Y me llevaron lejos.