jueves, 31 de diciembre de 2009

._.:-.:--:../:.;/...-_-_/

Ylhsha itjast verilha ahsha...?

El aroma dulce de su perfume llegó mucho antes que la visión de su rostro, escrutando en la vitrina equivocada. Apenas 5 minutos antes habría podido verme allí, revisando una y otra vez cada uno de los discos, bandas conocidas y desconocidas por el resto. El suave aire acondicionado del lugar había facilitado el largo viaje de la fragancia, que no habría podido realizar por su cuenta.

La zumbante luz de los tubos fluorescentes provocaba un extraño efecto sobre su piel, tersa y suave, rebosante de juventud y de vitalidad. LA tornaba levemente más pálida, pero a la vez, realzaba el casi inapreciable rubor que se extendía por sus mejillas a medida que se acercaba a mí –O a donde creía que estaría - . Cuando se percató de que yo no estaba allí, un mar de pensamientos me inundó.

Sí, era verdad, llevaba bastante tiempo esperando allí, pero... ¿Qué importaba? Nada, absolutamente. Aquel tiempo “muerto” no hacía sino provocar el efecto contrario al malhumor. Me hacía sentir que estaba esperando pacientemente a que un milagro ocurriese. Un milagro como los que ocurren constantemente en su presencia. Porque... ¿Cómo sino se explicaría mi sonrisa? ¿De qué otra forma se podría explicar que hubiesen momentos en la monotonía gris de la vida en la que, realmente, era capaz de escapar de la agonía... de la Sangre amarga.

Pero eso es historia, lo importante es que podía ser feliz, que ella me hacía bordear el éxtasis puro, sin llegar a saborearlo nunca, y era esa misma sensación de tenerlo todo, y a la vez no tener nada. De tener aquella sensación apetecible al alcance de mi mano, y dejarlo allí, sólo para aumentar el deseo, para dejarlo ir una vez más, en un vals infinito, que eclipsaba en una marea de júbilo con cada beso, con cada caricia, y que se retraía, para volver con más intensidad, como las olas de la playa azotan la costa.

Y, al mismo tiempo, mi mente formulaba intrincados patrones en el aire, como voluntades de humo. El apesadumbramiento se alejaba lenta pero inevitablemente.

Estar con ella era el remedio, la cura, a mis pesares. A los sufrimientos mundanos de mi carne. A la sensación de ser alguien... de ser nadie... De estar sólo...

Dejé que mis pies me arrastraran a ella, justo cuando su rostro comenzaba a preocuparse. Una sonrisa cubría mi rostro. Una verdadera. Ella era mi ángel hermoso. Mi doncella en apuros, por triviales que fueran. Aunque yo mismo hubiese forzado la situación.

Pero no podía evitarlo, esa sonrisa al darse cuenta que estaba allí, era el milagro que había estado esperando toda la tarde...

miércoles, 9 de diciembre de 2009

On a trip

Pego mi cabeza contra el cristal de la ventana... También podría decirse que la ventana se colocó junto a mi rostro… Podría ser lo mismo.


El intenso aroma de la humanidad del interior me obliga a fruncir el seño… a arrugar la nariz…
No hay ventanas. El respiradero está trancado. Sólo el frescor del vidrio me produce algún consuelo.

Eso... y el recuerdo de tu rostro.


El celestial repiqueteo de tu risa en mis oídos. El travieso juego entre mis dedos y tus cabellos. Esa alegría que sólo tu logras despertar en mi interior.


Y entonces… Recuerdo que me estoy alejando de ti…
Y entonces… recuerdo que no es para siempre… Que volveré a verte, y entonces dejaré que mis ojos te digan lo mucho que te extrañé, y lo mucho que te amo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Musa

¿Debería regalarte una flor?

¿Una muestra de mi amor?

¿O dedicarte una canción?

¿O regalarte un sueño,

una visión, un Dios?


¿Qué podría ser digno

de tu magnificente sonrisa?

¿Una rosa, de oro azulado?

¿Una camelia, de plata labrada?


Ni los mejores versos

Ni los mejores duetos

Ni tan siquiera los grandes genios

Igualan tu risa divina


Aquella luz en las sombras

Que me alumbra y me guía

Y yo, a ti me entrego

Como la noche a la luna, que adora.

domingo, 29 de noviembre de 2009

Degeneración...


“Evidentemente, la moralidad no es algo

que los vampiros puedan tomarse a la ligera”

Manual Básico, 3ª Edicion

“La mascarada”

Sí... puedo sentirlo... lo veo venir... ¿No lo notas? ¡¿ES QUE ACASO NO LO VES!?

No... ¿Cómo podrías...? Tan insignificante como siempre... ¿¡Y así te haces llamar mi MADRE!? Dime, ¿Qué diablos HEREDÉ de ti? ¿Tu pasión obsesivo/compulsiva? ¿Tus irrefrenables deseos de herir al prójimo? ¿¡Crees entonces que debería estarte agradecido por algo!?

A diferencia de ti yo SÍ soy consciente de mi monstruosidad interior... Yo SÍ trato de combatirla... Intento, pese a todo, no dejarme llevar por mis más BAJOS IMPULSOS... No saltar sobre ti, DESTROZAR tu rostro con mis UÑAS, no con GARRAS... eso sería demasiado bueno para ti... No dejar que mi SED me embargue... No CLAVAR todos y cada uno de mis DIENTES, y en lugar de perforar, RASGAR TUS TEJIDOS poco a poco, con fuerza y presteza... Sin la menor delicadeza... Sin la menor vacilación...

Y al humillación final... Porque JAMÁS me rebajaría a beber de una sangre nada conspicua, y amarga...

Y Si hay alguien más a quien le he deseado agredir, comparado contigo, sólo hay un ser que se me hace igual de repulsivo... sobre todo, porque no puedo dejar de amarlas... a ninguna de ustedes...

Pero si puedo hacerlas dejar de respirar...

Yo, no soy un vampiro. Pero si encontré algo peor que ello en el interior de mi ser. Y debo admitir que es, en parte, merito suyo...

Y si viven ahora, es por capricho mío... Y si han de perecer algún día... será también capricho mío... Porque no concederé a nadie, mortal, inmortal o deidad, ese, mi propio placer y privilegio...

Las voy a observar una vez más entonces... Con la misma pasión con la que miraba a una... Con el mismo cariño que le mostraba a la otra... Y entonces, en mis ojos, lo único que podrán ver, será odio... Un rencor más allá de todo lo imaginable.

Porque me mantienen atado a la vida... Porque me mantienen atado a la muerte...

Porque ustedes, ambas, son la fuente de mi degeneración...

domingo, 15 de noviembre de 2009

Endlessly

“I’m Alive, I’m Alive, oh yeah
Between the good and bad is where you’ll find me,
Reaching for heaven.”

I’m Alive – Becca

All this time… I’ve been listening to your lies many years now… You don’t really know who I am…

All you wanted is now in front of you. And what did you get? What did I get!?!

Nothing!

You think you can see people thought… You think you can see their souls… But you can only watch yourself… look inside your own emptiness…

I still remember that day… when you decided to come into my life… when you forced yourself to believe that you felt something for me…

“You want something different, don’t you?” that’s what you said, dancing around me, like a ten-year-olded funny girl… “You want to be able to feel different… to not feel at all…”

That’s how I fell into your trap…

But not any more…

I’m stronger now… I think I can stand myself… and my own feelings…

-Hey! Are you ready? We are leaving!... Were you just talking to the mirrow?

-It doesn’t matter. Let’s go.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Camp fire

Las hermosas hebras de plata se volvían uno con las largas lenguas carmesí, que recorrían, sin pudor alguno, toda la extensión del precioso metal luminoso. La luna, por su parte, se regocijaba ante la intimidad de sus hijos, que tan ansiosos jugaban con las muchachas del fuego.

Luz de luna contra las llamas, eso era lo que la pareja –diminuta para el gran astro y el insaciable abrasador- observaba maravillada. Llevaban horas haciéndolo, y quizás también podrían continuar así otras tantas. El juego de matices era, por decir lo menos, cautivador.

Pero había algo más aparte de la alegre fogata. De la hermosa Luna Llena. Del silencioso bosque de pinos. Del tranquilizador fluir del arroyo cercano. Del insinuador susurrar del viento. Había algo que los atraía más que cualquiera de esas cosas.

Para ella, eran sus ojos. Para él, su sonrisa.

Era la primera vez que acampaban juntos. Si bien, no estaban completamente solos, se las habían arreglado para tener un momento de intimidad.

Ni una sola palabra había surgido de sus labios. Pero ambos sabían lo que el otro quería decir. Ambos querían actuar de la misma manera, pero algo los retenía. Y por eso observaban el fuego. Como las llamas jugaban sin vergüenzas.

No se habían dado cuenta, pero se estaban acercando el uno al otro lentamente. Quizás no repararon en ello sino hasta que se hallaron en un cálido abrazo.

Entonces, ya nada importaba. Toda la vida calló de repente. Observando. Sonriendo. Dejándose llevar por aquellas suaves caricias, como si fuesen uno con los jóvenes.

Él dejaba caer su mano lentamente por el cabello de ella, una y otra vez. Delicadamente. Temiendo quebrarla. Añorando amarla.

Ella, ensimismada en sus brazos. Soñando con estar más cerca. Queriendo sentir. Queriendo traspasar el límite que no había logrado superar.

Y, sin decir una palabra, acordaron trasponerlo. Se acercaron lentamente, entrecerrando los ojos, y dejaron que los latidos del otro guiaran sus labios.

Fue un segundo eterno el que dedicaron a aquel primer contacto. Pero no más que eso. Luego, sin que pudiesen evitarlo, dejaron que sus lenguas jugaran juntas. Que se acariciaran. Que buscaran algo en lo más recóndito de la otra. Que se fundieran en una sola, como lo hacían la luz y las llamas.

Un minuto eterno. Un recuerdo inquebrantable. Y una fogata, que arderá para siempre, al interior de sus corazones.

martes, 3 de noviembre de 2009

Sonrisa

“Fac ut ardeat cor meum”

Sé que lo sabes, porque lo veo en tus ojos. Está allí, grabado a fuego en tus pupilas. Como lo está en mi alma. Una gran marca brillante. Atrallente. Deseosa de ser escuchada.

De aquellas luces de neón nacen. Todos y cada uno de ellos.

El yo que sueña con estar a tu lado, tenerte entre mis brazos.

El yo que daría todo por sentir latir tu corazón contra el mío. Y saber que ambos laten por causa del otro.

El yo que desea que tus besos duren toda la vida.

Y el yo que muere por ver tu sonrisa.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Microcuento III:

Pero yo soy mejor que el fénix. Yo puedo renacer antes incluso de ser muerto...

viernes, 30 de octubre de 2009

Especial de Halloween VI:

...Hope...

“Pero siempre ha una

luz al final del túnel”

Yo no... No quiero... No puedo...

La luz es tan escasa aquí como lo es afuera.

La esperanza es tan inexistente aquí como lo es afuera.

Pero aquí no sufro...

Unos minutos interminables de paz. De soledad.

Yo... Sólo quiero seguir callendo...

...Rachel...

¿Para qué miras el espejo si

no te gusta lo que ves?”

Una frente a la otra. Luz y oscuridad. Blanco y negro.

De un lado, falsedad. Del otro, una realidad frustrante.

Una es simplemente la imagen de la otra. Sólo una de ellas existe en realidad. La otra es sólo un reflejo.

Sólo una de ellas podría conocer la felicidad.

Lástima que esté del lado equivocado del espejo.

jueves, 29 de octubre de 2009

Especial de Halloween V: Log live for the deads...

...Crisálida...

“ ‘Do you believe in god?’ written on a bullet…

And Cassie pull the trigger…”

Cassie - Flyleaf

Típico pensamiento infantil. Nadie podía culparlo. Un niño de 5 años. Desolado. Víctima de la crueldad de la que sólo son capaces los infantes. Pero él soñaba...

Soñaba con que, algún día, sufriría una metamorfosis. Que sería mejor que todos ellos. Que lo adorarían. Que lo querrían...

Tomó una gran cantidad de mantas y se arropó con ellas. Cerró los ojos, y soñó. Soñó que renacía del capullo, como una mariposa de su crisálida.

Dormido como estaba, no notó la alarma. Confundió en sueños el calor de las mantas con el del fuego. Confundió el aire encerrado con el olor del humo.

Fue la única víctima fatal del Incendio.

Corazones rotos. Una familia destrozada. Un pobre niño abandonado.

Uno a uno, todos quienes le habían gastado bromas pesadas, compañeros, vecinos, salieron adelante, a dejar una flor sobre su ataúd.

Sin duda, el entierro más curioso al que asistió el párroco. No había forma de extraer el cuerpo de la coraza carbonizada que lo recubría. No sin destruir los restos calcinados de la víctima.

Lo enterraron así. En su crisálida.

Las lágrimas caían, desconsoladas. Hijo único. Padres maduros... Sin otra oportunidad.

Sus amigos, pese a todo, le querían. Le extrañaban.

Uno de los asistentes, el mayor e cuantos habían en el curso del difunto, cayó al suelo, chillando. -¡Fue mi culpa! ¡Fue mi culpa!-.

Antes de que alguien pudiese reaccionar, se arrojó a la tumba, ya escavada en la tierra.

Tres metros de caída fueron suficiente.

Gritos. Horror. Más lágrimas.

Los pequeños, aterrados, se aferraban a las faldas de sus madres. Estas, en cambio, observaban atentamente a su comadrona. Con los ojos desorbitados. Simplemente dejó de respirar. Había muerto en cuanto su hijo dio aquel paso en falso.

Acongojados. Sombríos. Arrepentidos. Todos volvieron a sus casas para sufrir en silencio. Todos menos dos.

La familia del pequeño, enterrado ese día, vagaba sin rumbo. Lo había perdido todo. Su casa. Su hijo.

Les habían ofrecido ayuda luego de la tragedia. Ahora vivían en una pequeña habitación en los suburbios. No era mucho, pero era algo.

Una vez dentro, la mujer se dejó caer sobre una silla, mirando por la ventana. Soñando con que su hijo estaría allí, saludándola con la mano. Riendo. Respirando.

Su marido había logrado dejar a un lado su tristeza, de momento. Su primera prioridad era su señora, quién aún vivía.

Fue lacónicamente a la cocina. Volvió, minutos más tarde, con una taza de té. Una infusión suave, muy dulce, para reanimar a la pobre mujer derrotada.

Pero la encontró sonriendo. Saludando a alguien por la ventana.

-Mira, Allí está nuestro chiquillín.

El hombre miró a través del cristal. Allí estaba, saludando desde la calle, una muchacha, de unos quince o diecisiete años. Cabellera rizada, de un rojo brillante y sedoso. Una visión encantadora.

Pero había algo en esos ojos. Algo que no encajaba con ella.

La tasa se estrelló contra el suelo. Esos ojos. Eran los ojos de su hijo.

Pero no. No podía serlo.

La niña les sonrió, y continuó su camino.

La mujer siguió sonriendo hacia el exterior por un momento. Luego se volteó, y vio a su marido, con el rostro entre las manos. Llorando.

-Ya, ya... Ya pasó, querido...- Lo consoló, arrodillándose a su lado.

El siguiente día de clases, todo se veía ensombrecido. No se oía nada fuera del inseguro ir y venir de la tiza sobre el pizarrón. Hasta los profesores se sentían inquietos por lo ocurrido.

Los medios no habían tardado en enterarse, y habían acosado a la escuela desde entonces. Siempre al asecho de algún pequeño que, descuidadamente, se acercase lo suficiente como para entrevistarlo. Los niños no pueden resistir la tentación de salir en televisión.

Había tres pupitres vacíos. Uno de ellos pertenecía al mejor amigo de quien había terminado con su vida durante el entierro. Se hallaba en casa. Sus padres no habían logrado que probase bocado.

Esa misma noche se reuniría con su amigo, se decía.

Como buen atleta, se descolgó por el desagüe, y aterrizó en el suelo sin inconvenientes. Con paso rápido y resuelto, se dirigió al cementerio.

Una vez allí, fue en busca de la tumba de su “gran amigo”, como solía decirle. Lloró amargamente a su lado.

Se levantó. Pasado un rato, se encaminó al lugar de su muerte. Pediría disculpas nuevamente, antes de partir al otro mundo.

En el lugar de la lápida, estaba la negra crisálida. Rota. Vacía.

Entonces, escuchó una voz a sus espaldas.

-No lo hagas, no... Por favor...-. Un escalofrío recorrió su espalda. Era una voz femenina.

Al voltearse, la vió. Hermosa. Deslumbrante.

La joven lo abrazó, y le susurró algo al oído. –Ahora... Él y yo somos amigos. No sufras más por nosotros ¿Sí?-

Había algo en aquella voz que la hacía irresistible para el pequeño.

Se dejó llevar por la calidez que irradiaba aquella muchacha. Dejó que sus cabellos rojos lo rozaran, tiernamente. Dejó que lo envolviera con sus alas carmesí, que lanzaban destellos púrpura bajo la luz de la luna. Era la joven que había visto la pareja.

Hallaron al niño la mañana siguiente. Ileso. Con una dulce sonrisa. Dormido. Soñando.

Ni siquiera la muerte, muchos años más tarde, logró arrebatar la cálida sonrisa de sus labios.

Porque en Halloween, no sólo los muertos vuelven a la vida...

Especial de Halloween IV:

...Temptation...

Si fuese un vampiro, bebería sólo de muchachas como ésa. Aquella mirada perdida. Vacía. Aquel andar casual. Sigilosos. Aquel cabello negro, que me obsesiona. Lustroso. Brillante.

Aquella tenida cautelosa. Discreta para los mortales. Un mensaje llameante para los seres sobrenaturales. Aquel sensual maquillaje, de sedosos capilares. Largas pestañas. Venas palpitantes.

Aquellos hermosos labios. Finas molduras diseñadas a medida. Hermosas hebras de plata carmesí.

Aquella pureza que mana de ella. Divina musa en busca de algo diabólico.

Y su sangre... Un aroma dulce de perfección sagrada. Sacrílega. Y el infaltable toque ácido del pecado humano. Lujuria. Deseo. Una virginidad llameante. Al rojo vivo. Palpitando. Corriendo. Pasando, una y otra vez, por la fuente inagotable de virtudes llamada corazón. Máquina de alegrías y pesares. Condimento esencial del suculento banquete que, como inmortal disfrutaría...

Pero no lo soy. Así que hago lo humanamente más cercano a ello...

miércoles, 28 de octubre de 2009

Especial de Halloween III: Wizard Wisdom

Primer Trazo: Felicidad

Segundo Trazo: Morbosidad

Tercer Trazo: Conocimiento

Cuarto Trazo: Lujuria

Quinto Trazo: Esperanza

Sexto Trazo: Oscuridad

Séptimo Trazo: Amor

Octavo Trazo: Odio.

¿Noveno Trazo?

El deber y saber de un hechicero se mide por el noveno trazo. La intersección de todos los otros. La novena punta de la estrella octogonal.

lunes, 26 de octubre de 2009

Especial de Halloween II: Witches Wishes

...Redemption...

Caminaba calle abajo, con un paso tranquilo. Calmado. Nadie esperaría que fuese el primer suicidio del día. 31 de Octubre.

Una vez muerto, colocó la soga, y saltó.

Con su cabeza bajo el brazo, se dejó caer al río desde el puente.

Ya verde, se arrojó de espaldas, pensando cuándo acabaría la noche.

Uno nunca sabe las consecuencias que pueden tener sus actos en una noche tan funesta como ésa.

...Oblivion...

No quería volver. No quería regresar a ese lugar. Odiaba las agujas. No soportaba el sueño vacío de las jeringas. No soportaba que la durmieran en cuanto decía haber visto algo hermoso.

Dio un paso atrás. Y Alicia cayó, nuevamente, por la madriguera del conejo.

__________________________________________________________

Happy Witches Wishes

sábado, 24 de octubre de 2009

Especial de Halloween:

...Pecado…

¿Qué caso tiene que intente decirles que esta no es como las otras historias? ¿De qué me sirve tratar de explicarles lo terrible que es este antiguo y oscuro relato? ¿Qué saco rogándoles que dejen de leer, si bien sabemos que no lo harán?

Porque ustedes quieren saber. Su interés morboso y el demonio interno saben, que las letras que se agolpan a continuación contienen un espíritu que enturbia el alma, una esencia que abruma al ser, ¿Y por qué no? Quizás una oportunidad para salir de la rutina, y pender vuestras vidas de un hilo.

Una historia… Una maldición…

Era, sin lugar a dudas, la noche más oscura del año… Y también la última… Para él, claro.

Había dedicado numerosas noches de insomnio al estudio de un texto que, por mera casualidad, capricho del destino, o irrevocable avenencia -lo que el lector estime conveniente-, había caído en su poder.

Un antiguo volumen, de negro empaste, de roja escritura, con un papel tan fino como el polvo, terso como la seda, y de un tono amarillento y roído. Había sido recuperado por un arqueólogo, no hacía mucho tiempo, de las ruinas de un antiguo templo, a las afueras de la ciudad.

La primera página, con una impecable manuscrita, de letras engalanadas y rematadas con pequeñas marcas, a simple vista ininteligibles, lo había dejado frío.

“Mortal:

Tú que has encontrado el tesoro,

tú que buscas el infortunio,

retráctate mientras puedas,

y salva tu alma

de la venganza del oscuro.”

Pero claro, siendo traficante de reliquias, ¿Cómo habría de amedrentarse ante una maldición escrita hace cientos, quizás miles, de años?

Ea pues, que no dudó en acelerar su trabajo. Los objetos malditos son los que mayor precio suelen alcanzar en las subastas. Todos los grandes aristócratas quisieran poder jactarse de tener algo con poderes, aunque estos sean oscuros y temibles, y no algo con lo que se deba jugar.

Pero, por mucho que se esforzara, no lograba descubrir qué idioma había sido utilizado. Sólo podía trabajar con algunas notas al margen, que alguien había dejado.

“Un libro para matar…” “…Un libro para dar vida…” “…debe ser entregado…” “… sin sacrificio, no hay…” “… de otro modo…” “…las consecuencias”

Estaba por elegir lo más sensato que habría hecho en toda su vida –dejar aquel condenado ejemplar- cuando se topó con las ilustraciones.

Un hombre siendo azotado. Una daga –la nota al margen decía que debía ser de plata-. La luna llena. Y el inconfundible calendario de la cultura celta, marcando inequívocamente el fin del año. 31 de Octubre.

Observó atentamente, los dibujos, que seguían. Página tras página. Un muerto. Un caldero. Media onza de sangre fresca. Huesos de ave. Un gato vivo. Alaridos. Raíces de sauce. El brote de un abeto. Y luego… el dibujo mostraba a la persona que revolvía todo, introduciendo la cabeza…

La siguiente hoja había sido arrancada.

Se rió, burlándose de su propio terror, limpiando el sudor frío que corría por su frente. Estaba acostumbrado a trabajar con cosas escalofriantes, pero esta se llevaba el premio.

Un golpe sordo en la puerta, y la silla en que se hallaba fue a dar directamente contra el suelo. Con la respiración aún agitada, fue a ver quién sería a esas horas de la noche.

No había nadie. Sólo una pequeña cesta descansaba sobre el dintel de la puerta, hábilmente sujeto a un clavo sobresaliente.

La sangre escapó de sus venas en cuanto descubrió lo que había en su interior. En un pequeño frasco, había un curioso líquido carmesí, aún tibio. A su lado, un objeto plateado, manchado por el mismo líquido del recipiente. Junto a todo, una nota, escrita en arameo.

“Asume tu responsabilidad.”

Los vellos se le erizaron de manera instintiva. Arrojó el frasco lo más lejos que pudo, cerró la puerta y se encerró en su alcoba.

Al poco tiempo, escuchó el horrorizado chillido de su queridísimo minino, arañando cuanto hallaba a su paso. Luego… Silencio.

Con paso lento se dirigió a la cocina.

Hubo de apoyarse contra la barandilla cuando, desde las escaleras, percibió el aroma de la carne al cocerse… Junto con otro aroma… Un aroma… Dulce… Salado… Metálico… Atrayente… Oscuro… Lujurioso…

Allí, en la cocina, estaban. A fuego lento, en una cacerola abandonada a su suerte, gastada por la herrumbre, hervía tranquilamente la siniestra mescla.

Todo el mesón estaba salpicado del rojo caldo, y en algunas partes se podía ver el rastro de unas garras largas y afiladas.

Su preciado animal había caído en el caldo.

Se volteó. El miedo penetraba hasta la médula misma. Sobre la silla descansaba. Intacto. Pero vacío. El frasco de cristal, en el que había estado lo que sea que fuere. Y ahora estaba en la cacerola… Junto con su gato.

No tardó mucho más en reparar en las masas rojizas repartidas por todo el piso. Entrañas. Y, un poco más allá, la cabeza. El Pavo que pensaba engordad para el día de acción de gracias. Todos los huesos habían sido arrancados. Sin el menor cuidado. Esparciendo los desperdicios por doquier.

Entonces, las palabras completas se recitaron en su mente.

“Un libro para matar a los pecadores. Un libro para dar vida a quien no la merece. Un sacrificio, sin embargo, debe ser entregado. Sin sacrificio, no hay trato. Esta es la clausula, para la vida eterna. De otro modo, la vida será tu pecado, y tendrás que atenerte a las consecuencias”

Sintió entonces como una mano negra, donde la sangre parecía haberse coagulado, lo aferraba firmemente por los hombros y lo obligaba a voltearse.

No intentó siquiera resistirse. Sabía que sólo de ver a la criatura que lo arrastraba le habría causado la muerte. Ya se daba por perdido.

Sintió como el calor envolvía su cabeza. Como la vomitiva mescla se adhería con fuerza a su cráneo, reemplazando su cabellera. Como sus ojos ardían. Como los huesos entraban por su nariz, hechos un fino polvo.

Pero la sensación pasó. El calor se volvió uno con su cuerpo. La sangre se congeló. Los ojos se tiñeron de un escalofriante tono carmesí. Sediento. Pidiendo más.

¿Cómo podría él haber sabido que aquél texto provenía realmente de algún lugar perdido de Transilvania? ¿Cómo podría él haber sabido que aquél texto había dado origen al más lúgubre de los condes de una oscura nación? ¿O cómo podría él haber sabido las funestas consecuencias de leer un texto del que en realidad nada sabía?

No, él no podría haberlo sabido…

¿Podrías vosotros…?

Especial de Halloween: "...Pecado..."

...Pecado…

¿Qué caso tiene que intente decirles que esta no es como las otras historias? ¿De qué me sirve tratar de explicarles lo terrible que es este antiguo y oscuro relato? ¿Qué saco rogándoles que dejen de leer, si bien sabemos que no lo harán?

Porque ustedes quieren saber. Su interés morboso y el demonio interno saben, que las letras que se agolpan a continuación contienen un espíritu que enturbia el alma, una esencia que abruma al ser, ¿Y por qué no? Quizás una oportunidad para salir de la rutina, y pender vuestras vidas de un hilo.

Una historia… Una maldición…

Era, sin lugar a dudas, la noche más oscura del año… Y también la última… Para él, claro.

Había dedicado numerosas noches de insomnio al estudio de un texto que, por mera casualidad, capricho del destino, o irrevocable avenencia -lo que el lector estime conveniente-, había caído en su poder.

Un antiguo volumen, de negro empaste, de roja escritura, con un papel tan fino como el polvo, terso como la seda, y de un tono amarillento y roído. Había sido recuperado por un arqueólogo, no hacía mucho tiempo, de las ruinas de un antiguo templo, a las afueras de la ciudad.

La primera página, con una impecable manuscrita, de letras engalanadas y rematadas con pequeñas marcas, a simple vista ininteligibles, lo había dejado frío.

“Mortal:

Tú que has encontrado el tesoro,

tú que buscas el infortunio,

retráctate mientras puedas,

y salva tu alma

de la venganza del oscuro.”

Pero claro, siendo traficante de reliquias, ¿Cómo habría de amedrentarse ante una maldición escrita hace cientos, quizás miles, de años?

Ea pues, que no dudó en acelerar su trabajo. Los objetos malditos son los que mayor precio suelen alcanzar en las subastas. Todos los grandes aristócratas quisieran poder jactarse de tener algo con poderes, aunque estos sean oscuros y temibles, y no algo con lo que se deba jugar.

Pero, por mucho que se esforzara, no lograba descubrir qué idioma había sido utilizado. Sólo podía trabajar con algunas notas al margen, que alguien había dejado.

“Un libro para matar…” “…Un libro para dar vida…” “…debe ser entregado…” “… sin sacrificio, no hay…” “… de otro modo…” “…las consecuencias”

Estaba por elegir lo más sensato que habría hecho en toda su vida –dejar aquel condenado ejemplar- cuando se topó con las ilustraciones.

Un hombre siendo azotado. Una daga –la nota al margen decía que debía ser de plata-. La luna llena. Y el inconfundible calendario de la cultura celta, marcando inequívocamente el fin del año. 31 de Octubre.

Observó atentamente, los dibujos, que seguían. Página tras página. Un muerto. Un caldero. Media onza de sangre fresca. Huesos de ave. Un gato vivo. Alaridos. Raíces de sauce. El brote de un abeto. Y luego… el dibujo mostraba a la persona que revolvía todo, introduciendo la cabeza…

La siguiente hoja había sido arrancada.

Se rió, burlándose de su propio terror, limpiando el sudor frío que corría por su frente. Estaba acostumbrado a trabajar con cosas escalofriantes, pero esta se llevaba el premio.

Un golpe sordo en la puerta, y la silla en que se hallaba fue a dar directamente contra el suelo. Con la respiración aún agitada, fue a ver quién sería a esas horas de la noche.

No había nadie. Sólo una pequeña cesta descansaba sobre el dintel de la puerta, hábilmente sujeto a un clavo sobresaliente.

La sangre escapó de sus venas en cuanto descubrió lo que había en su interior. En un pequeño frasco, había un curioso líquido carmesí, aún tibio. A su lado, un objeto plateado, manchado por el mismo líquido del recipiente. Junto a todo, una nota, escrita en arameo.

“Asume tu responsabilidad.”

Los vellos se le erizaron de manera instintiva. Arrojó el frasco lo más lejos que pudo, cerró la puerta y se encerró en su alcoba.

Al poco tiempo, escuchó el horrorizado chillido de su queridísimo minino, arañando cuanto hallaba a su paso. Luego… Silencio.

Con paso lento se dirigió a la cocina.

Hubo de apoyarse contra la barandilla cuando, desde las escaleras, percibió el aroma de la carne al cocerse… Junto con otro aroma… Un aroma… Dulce… Salado… Metálico… Atrayente… Oscuro… Lujurioso…

Allí, en la cocina, estaban. A fuego lento, en una cacerola abandonada a su suerte, gastada por la herrumbre, hervía tranquilamente la siniestra mescla.

Todo el mesón estaba salpicado del rojo caldo, y en algunas partes se podía ver el rastro de unas garras largas y afiladas.

Su preciado animal había caído en el caldo.

Se volteó. El miedo penetraba hasta la médula misma. Sobre la silla descansaba. Intacto. Pero vacío. El frasco de cristal, en el que había estado lo que sea que fuere. Y ahora estaba en la cacerola… Junto con su gato.

No tardó mucho más en reparar en las masas rojizas repartidas por todo el piso. Entrañas. Y, un poco más allá, la cabeza. El Pavo que pensaba engordad para el día de acción de gracias. Todos los huesos habían sido arrancados. Sin el menor cuidado. Esparciendo los desperdicios por doquier.

Entonces, las palabras completas se recitaron en su mente.

“Un libro para matar a los pecadores. Un libro para dar vida a quien no la merece. Un sacrificio, sin embargo, debe ser entregado. Sin sacrificio, no hay trato. Esta es la clausula, para la vida eterna. De otro modo, la vida será tu pecado, y tendrás que atenerte a las consecuencias”

Sintió entonces como una mano negra, donde la sangre parecía haberse coagulado, lo aferraba firmemente por los hombros y lo obligaba a voltearse.

No intentó siquiera resistirse. Sabía que sólo de ver a la criatura que lo arrastraba le habría causado la muerte. Ya se daba por perdido.

Sintió como el calor envolvía su cabeza. Como la vomitiva mescla se adhería con fuerza a su cráneo, reemplazando su cabellera. Como sus ojos ardían. Como los huesos entraban por su nariz, hechos un fino polvo.

Pero la sensación pasó. El calor se volvió uno con su cuerpo. La sangre se congeló. Los ojos se tiñeron de un escalofriante tono carmesí. Sediento. Pidiendo más.

¿Cómo podría él haber sabido que aquél texto provenía realmente de algún lugar perdido de Transilvania? ¿Cómo podría él haber sabido que aquél texto había dado origen al más lúgubre de los condes de una oscura nación? ¿O cómo podría él haber sabido las funestas consecuencias de leer un texto del que en realidad nada sabía?

No, él no podría haberlo sabido…

¿Podrías vosotros…?

jueves, 22 de octubre de 2009

Microcuento II

¿Por qué, cuando el corazón late, duele?

sábado, 17 de octubre de 2009

(Microcuento)

Y entonces lo descubrí: "Un corazón roto aún puede latir"

sábado, 3 de octubre de 2009

Mariposa negra


¡Oh, pobre, pobre mariposa negra…!

¿Por qué insistes?

¿Por qué buscas tu perdición?

¿Por qué vas y sales de la negrura

vienes y te pierdes en la espesura

y terminas aquí, llorando, riendo,

devorada por las llamas?

Buscas la luz,

más allá de los confines de la vida misma.

¿O es que acaso buscas un lugar

para posarte y reposar?

Miles como tú,

y pese a ello, insistes,

buscas algo más acogedor,

y eliges la muerte por sobre el dolor.

Duerme, preciada mariposa,

déjate llevar por el candor,

vive por completo la emoción.

Pronto estaré allí contigo...

viernes, 2 de octubre de 2009

Inspiración

Heme aquí, sentado sobre una triste pieza de madera sin labrar… con una deauda para con la vida, empujando sobre mis hombros, hundiéndome…

El papel es lo único que denota algún tipo de gaste, quizás más de lo que podría afrontar. Una pluma de ganso, obtenida de manera poco loable. La tinta, no más que restos dejados por los más acaudalados. ¡Pobres, que no saben aprovechar las cosas hasta las últimas consecuencias! ¡Botellas completas arrojadas por no ser de las más caras!

¡Lo importante no es el material, sino el alma misma que uno implanta en el papel!

Las palabras tienen vida propia, influyendo en nuestras vidas tanto o más que las personas mismas.

Y aún así, sigo aquí, esperando tranquilamente mi momento. Esperando que la genialidad gotee sobre mí, desde los inagotables copones intelectuales de los grandes literatos… Soñando con poder leer algún día mi nombre en uno de esos ejemplares empastados.

No faltan pues las veces en las que uno siente como la roca de ingenio golpea tu rostro, desfigurándote, dejándote fuera de combate hasta coger la pluma y dejar fluir aquella corriente desbordante de sensaciones, la cascada de emociones. Visiones de experiencias inexistentes. Recuerdos de lugares imaginarios.

¿Quién dice que el elije el texto? ¡Es la idea la que lo escoge a uno! Ese ímpetu por crear mundos nuevos y alucinantes, con el mero afán de destruirlos, para reconstruirlos luego frente a los ojos de un lector apasionado.

¿Cuál es la obsesión, la ambición, que persigue la pluma en manos del Creador? ¿Será acaso el deseo de fama y fortuna? No… De seguro es algo más…

¿Es acaso la necesidad del ser humano de liberarse de si mismo de vez en cuando, lo que le lleva a recrearse cada vez frente a diferentes personajes de ficción?

¿O es que acaso “ficción” es en realidad este mismo término, y lo que leemos es nuestra realidad ás profunda?

Puede que no sea más que la forma de ganarse la vida de aquellos que poseen el don, y sin embargo, lo importante de ellos es que en cuanto publican, realizan el acto de caridad por excelencia; Entregan una parte de su vida… Regalan un universo completo, contenido en un pequeño rectángulo tridimensional… Pero para mí es una forma inequívoca de hallarme a mí mismo… Una forma de tenerlos a ambos, externo e interno, falso y verdadero, unidos en uno sólo.

Y ya que me he quedado sin tinta, sólo os digo: Jamás olvidéis lo más importante...

lunes, 21 de septiembre de 2009

Insólito (IV)

-¿Admirando el paisaje de nuevo?

“Es que… Es realmente encantador…”

-Me alegra que te guste

“De todos modos es mejor que mirar la habitación en la que me tienes encerrada”

-Aquí entre nos… La puerta nunca ha estado cerrada

“¿¡Me estás tomando el pelo!?”

-¿Crees que podría hacerlo?... Mejor no respondas. Bueno, sólo para que lo sepas, tienes toda libertad para recorrer la casa…

“¿De veras?”

-A condición de que no intentes nada extraño… No sabes nada sobre el lugar en que te encuentras… Y si llegaras a perderte, sería realmente complicado encontrarte… Sin mencionar las bestias salvajes que rondan el lugar…

“No me atemorizas...” ¿O sí…? Bueno, la verdad es que sí me da un poco de miedo eso de las criaturas salvajes… No soy muy allegada con los animales… La última vez que me acerqué a un gato, terminé con un arañazo que se extendía desde el codo a la punta del dedo meñique… Nadie supo explicar cómo lo había hecho el animal para hacer un corte tan largo…

-Cruzando el pasillo hay una sala de estudio, no sé si estarás muy ligada a la lectura y escritura, pero…

“¿¡Bromeas!? ¡Adoro escribir! ¿Tienes máquina o algo?”

-Tengo tinta y plumas. Espera aquí, en seguida lo traigo…

“Oye… emm… Gracias por la escalerilla, creo que la otra estructura para llegar a la ventanilla era un poco… insegura” ¡No lo puedo creer! ¿¡Esa fui yo!? ¡SE ME ACABA DE ESCAPAR UNA RISITA NERVIOSA! ¡Debo estar realmente LOCA…!

-Por nada… No quiero que te vayas a hacer daño… - ¡SE RUBORIZÓ DE NUEVO!

Bueno, supongo que cuando vuelva podré sentarme y escribir un rato… Qué raro… Ya no me siento sola…