miércoles, 31 de agosto de 2011

Zircón

...Zircón...

La mirada de la muchacha se posó sobre el joven que dormitaba tranquilamente sobre su cama. El pasto de la habitación se mecía con el viento que penetraba por la ventana cerrada. Un aroma a ópalo recién sesgado llenó la estancia. El agua caía lentamente hacia el cielo, llevándose consigo de vez en cuando una flor, creando una hermosa cortina de camelias entrelazadas.

El joven se incorporó, viendo sin ver, con los ojos bien cerrados. Saboreando cada rincón del espacio. Hacía mucho que no podía sentir el suave roce del silencio. Caminó hacia la muchacha, y se dejó perder en el vacío.

El terciopelo dio de lleno con sus labios, dejándolo sumido en una fuerte dosis de mezcalina.

Se dejó guiar hasta las faldas de la muchacha y, de pronto, todo se apagó. Mas era una oscuridad que nada tenía de aterradora, era simplemente un poco de descanso, uno que hacía mucho no tenía.

El joven se incorporó, viendo sin ver, con los ojos bien cerrados. Saboreando cada rincón del espacio. Hacía mucho que no podía sentir el suave roce del silencio.

Se desperezó, y se levantó cinco minutos antes de que sonara su reloj, con sólo una imagen fugaz en su mente: un zircón incrustado en una elipse inoxidable de acero.

Hacía mucho que no dormía como hoy.


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