lunes, 27 de abril de 2009

Diario de un moribundo II:

Jueves 02 / 10 / 08; 19:30 hrs:

Bueno, henos aquí de nuevo. Vengo hoy con toda la disposición para narrarles un suceso que muchos encontraran sin sentido, pero que para mi influye de manera increíble en el comportamiento y actitud cotidiana que demuestro.

Nuestro profesor de religión nos entregó hoy un trabajo. El cual consistía en analizar cuatro poemas diferentes que hablaban sobre la vida y hacer una pequeña reflexión de ello, seleccionar el más significativo y demases.

Uno de los poemas llamo increíblemente mi atención. El autor hacía alusión al cansancio que le provoca la vida y como esta sigue su curso de manera irremediable.

Caí en la cuanta de que el poema me venía como anillo al dedo. ¿Qué más podría yo agregar? Era perfecto. Solo unas pocas líneas con un contenido tan profundo. Y reparé en mi propia vida, o muerte, como prefiráis llamarla. Digamos simplemente mi existencia. Una en la que nadie sabe si existes y, él que lo sabe, te deja con el desconcierto de si lo hace por amistad verdadera o mero interés.

Es curioso, ahora que me doy cuenta, no he realizado, pese a lo extenso de mis anotaciones, alusión alguna respecto a mi género. Pero, es mejor así. Siempre me ha inquietado el sentir que no pertenezco a ninguno de los dos. Ni hombre ni mujer, ni fuerte ni delicado, ni fornido ni grácil simplemente soy y me adecuo al medio en el que me desenvuelvo. Ya sea con hombres o con mujeres.

Irónico, que mi capacidad para entender el pensamiento de los demás, me deje con la mayor de las dudas en un estado aún más desconcertante de lo que ya es de por si. ¿Qué soy yo? No, la pregunta no es Quién sino Qué.

Atrapado en la incertidumbre. Ni vivo ni muerto, ni humano ni bestia, ni ángel ni demonio. Simplemente yo, que busco por sobre todas las cosas alcanzar la mayor perfección posible. Miento, no es la perfección la que busco, sino el saber. Es lo que más me importa en este mundo. Más que mis seres queridos, más aún que mi propia vida y si he de gastarla completa a fin de conocer todo lo que nos rodea, lo haré de buen agrado.

¿Por qué el mundo gira? Es una de las primeras preguntas que formulé, y de esta a la que ahora absorbe todas mis capacidades, han pasado unos siete años. Increíblemente, el paso del tiempo me recuerda día a día el momento en el que decidí alejarme de este mundo efímero y adentrarme en el campo prohibido del saber.

Eso es todo lo que me place hablar por el momento. He de regresar a mis obligaciones. Espero, encuentren algún día la respuesta a su propia pregunta, y no acaben con el mismo final que yo.

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