domingo, 29 de junio de 2014

Mi flor de higuera


...Mi flor de Higuera...
“Don’t touch me!
I cannot stand the way you tease”
-Tainted Love, Scorpions

             -¿Sabes? Llevo mucho tiempo pensándolo. Y de verdad no lo entiendo. Lo intenté todo, dejé mi ser  y mi esencia para que me aceptaras de vuelta. Esperé impaciente, día a día. “Quizás para nuestro aniversario se arrepienta” me decía. Pero no, nunca sucedió. Tu seguías insistiendo estoicamente en que lo que querías era otra cosa. Que yo ya no era tu príncipe azul y que no te daba lo que necesitabas. Y te pregunto yo ¿Si no te doy lo que necesitas por qué no me dejas tomar mis cosas y partir?

              ¿Por qué no puedes decidir entre atarme a ti o dejarme partir? Van dos meses desde que te dije esas palabras. Dos meses en los que me negaste la palabra y me trataste como a un patán. Dos meses donde te dedicaste a inyectar nitrógeno líquido en mi corazón, como con las verrugas, para matarla de a poco, para extirparla y decir “ya está, ahora no volverá a salir”. Y yo podía ver, así como uno ve en los ojos de un niño el deseo inocente que siente hacia el juguete nuevo, tu corazón pidiéndome a gritos que fuese a consolarlo. Pero tu cerebro le decía otra cosa a tus filosas acciones y palabras.

             Ahora camino, en medio de la nada, acercándome con cada paso hacia un nevado que jamás ha visto la mano del hombre civilizado. Sólo aventureros vienen aquí. Sólo gente que sabe lo que quiere encontrar. La nieve cubre el páramo y llueve con fuerza. Pero sigo caminando, con mi mochila a cuestas. Mi ropa completamente empapada, raída por el viaje, una delgada pared de género. La parca, los chalecos y los calcetines secos están debajo del impermeable que cubre la mochila, esperando a que amaine la tormenta o que nos instalemos por unas horas. El reloj decía mediodía, pero bien podía estar desfasado por unas buenas 12 horas. Aún quedaban otras cuatro para llegar al punto acordado.

             En esas circunstancias mi corazón pesaba menos que la suma de todos mis bultos, lo cual daba una extraña sensación de ligereza que me permitía seguir caminando. Me había liberado de una carga, de un lastre, un amor no correspondido como debía ser, y eso me daba fuerzas.

No era que no nos amaramos, era que amábamos de forma demasiado diferente.

              Llegamos a la quebrada más impresionante de mi vida justo cuando la tormeta se disipaba y podíamos ver las últimas luces tocar el costado poniente de la meseta, coronada por la blanca ventisca. Levantamos el campamento lo más rápido que pudimos y encendimos un buen fuego con la madera que traíamos con nosotros. Nos recostamos muy cerca los unos de los otros en el interior de la carpa y dormimos hasta que recuperamos todas nuestras energías. Despertamos durante la madrugada y vimos como se mantenía imponente, sobre nosotros la luna llena. Entonces decidí que era el momento.


             Tomé mi daga de plata y acuchillé mi corazón. No calló una sola gota. Así llegó el 24 de Junio, sin pena ni gloria.

No hay comentarios: