domingo, 6 de septiembre de 2009

Por favor...

-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué te alejas de mí?! ¡Préstame tu poder!

No importaba lo que dijese… seguí alejándose de mi…

-¡No me abandones…!

No había caso… se alejaba… se llevaba consigo todo aquello que alguna vez fue mío… certidumbre… fuerza… y aquella felicidad que al fin creía haber logrado alcanzar…

Las lágrimas corrían a borbotones, derramándose por el frío diseño de la loza. Cían los peñascos desde lo alto, con un ruido estremecedor. La torre se estaba desmoronando…

Las cadenas, atadas firmemente a los pies del muchacho, quien en un esfuerzo sobrehumano se había producido numerosas yagas, manchadas de sangre seca, que gemían al compas de los eslabones, mientras el prisionero se sacudía, intentando liberarse…

-¡Ayúdame a salir de aquí! ¡Por favor…!

Por toda respuesta, un trozo de hilo que sobresalía del chal que traía puesto la muchacha que se haya dándole la espalda se sacudió diciendo adiós, mientras los pasos continuaban, en sentido contrario del joven.

-¡Por…!

Un grito de dolor desgarró el ambiente, mientras las articulaciones del joven cedían ante la presión y sus ataduras… Una pequeña charca carmesí comenzó a formarse lentamente bajo el deforme cuerpo que había estado batallando contra las ligaduras que asían firmemente cada una de sus extremidades.

A pesar de la roja espuma que arrojaba, logró articular las palabras que lo habían torturado desde hacía tanto tiempo…

-¡¿Por qué…?!

-¡¿Quieres saber por qué?! –Respondió la extraña, sin voltear ni detenerse. – No puedo estar con alguien que se retiene a si mismo…

-¡Cambiaré! ¡Te lo prometo!

-Tú eres quién se está alejando de mí… Tratas de tirar una pared que en realidad no existe… tratas de llegar más dentro de mí… sin poder ver dentro de ti mismo…

-¡Préstame tu poder…! ¡Ayúdame a liberarme de mi mismo!

-No puedo ayudar a quien no se ayuda a sí mismo…

Y la muchacha continuó su marcha, sin ir a ningún sitio, mientras el espacio entre ellos se hacía más y más grande…

Un nuevo grito de agonía, y el joven cayó de espaldas, atrapado por las cadenas que sólo estaban atadas por un extremo…

Abrió los ojos, para encontrarse en su habitación…

Se incorporó lentamente, y su mano tanteó sobre la mesa de noche a su costado, hasta dar con su arma.

Colocó el cañón de la pistola frente a sí, y jaló del gatillo…

El golpe del martillo en el aire llenó la habitación… Estaba descargada…

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