martes, 27 de septiembre de 2011

Dulzor

...Dulzor...

Desperté, herido por el resplandor del paisaje. No sentía el frío, ni la soledad. Sólo podía pensar en los pequeños destellos rojos entre la nieve. Todo parecía tan irreal, como en un sueño –Pero no es un sueño- me seguía diciendo –un sueño no puede doler así-

El aroma dulce lo cubrió todo, y la nieve se convirtió en minúsculas pelusas de sabor.

Antes de darme cuenta, estaba atrapado en una feroz tormenta. Todo giraba a mí alrededor, haciendo perder nuevamente el conocimiento.

-Señor, aquí tiene su malteada-

La voz monocorde de la vendedora lo sacó de ese mundo de fantasía donde él era un hombre, y vestía de terno y corbata. Pero nunca duraba mucho tiempo.

Me perdí en un bosque esmeralda. La luna brillaba de un negro resplandeciente contra el cielo crepuscular, de un tono verdoso, donde a esas horas las estrellas titilaban como pequeños filamentos de oscuridad, dirigiéndose inequívocamente hacia el astro central.

De pronto, una voz omnipresente habló, rozándome como las sábanas de satén blanco en la que sueño con ser hombre, junto a otra ánima, que soñaba con ser mujer.

-¿Cómo está?

-¿Ah?

-La malteada ¿Cómo está?

-No lo sé…

Una sonrisa se burló de su inocencia y él se sintió llevar por un mundo de infinitas posibilidades que el sabor de sus besos, sobre la frutilla y la crema, podía generar. Pronto se vio flotando en un río dorado, viscoso, pero reconfortante.

Lo había olvidado por completo, pero ahora volvía a sentirme en mi propio mundo.

Despertó, herido por un sabor más fuerte que los demás. Se levantó a duras penas y corrió a vomitar. No fue tanto por el sabor, sino más bien por su propia frustración de despertar y darse cuenta que no estaba tan vivo como lo había estado estando muerto.

Tres años en coma, dos días en observación tras el suceso, y una hora desangrándose en el loby.

Murió con un sabor amargo en el paladar, y uno dulce en su imaginación.

Su ex-esposa no fue al funeral. Compró una malteada, y dejó que sus ojos verdes lloraran sus penas sobre la crema, con trozos de frutilla, espolvoreada con azúcar.

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