martes, 13 de enero de 2009

Memorias de media noche

Día tras día, me oculto tras estas cuatro paredes, trabajando laboriosamente, limpiando, ordenando, y preparando todo para esa noche.

Es un trabajo difícil el cuidar de esta estancia, realmente agotador. Trabajar todo el día y toda la noche, durante todo el año, casi sin descanso alguno. No tengo días festivos, ni vacaciones. Solo tengo las pequeñas ocasiones en que mi gran amigo, mi camarada, viene a verme.

Nos sentamos juntos a tomar el té, y hablamos de nosotros hasta que cae la noche y repunta el alba. Él por supuesto, habla mucho más que yo. Espero callado y tranquilo, agradecido de tener alguien con quien conversar.

Pero cada día se hace más alto y más demacrado. Sus cabellos desaparecen entre una marea de blancas hebras.

Un Día llegó con un muchacho, no mucho mayor que yo y me dijo: -Te presento a mi nieto, George, tenía muchos deseos de conocerte. Espero que puedan ser grandes amigos, como lo somos nosotros ahora.-

-Hola, mucho gusto- Me dijo, con una enorme sonrisa, que me dio una sensación de calidez que no había sentido hace años, desde que conocí a mí ahora camarada, en una calurosa tarde de verano.
-¿Quién eres tú?- Dijo un pequeño que acababa de entrar a la majestuosa mansión, aparentemente abandonada.

-Yo vivo aquí- Contesto tranquilamente un pequeño, que estaba sentado en una silla, amarrado con cadenas y grilletes.

-Debes estar bromeando, nadie viene aquí desde hace mucho tiempo, eso me dijo mi mamá…-

-Pues estas equivocado, yo vivo aquí. Estoy esperando a que lleguen mis papas.-

-¿Y desde hace cuanto estas aquí?-

-Creo que desde Junio, hace un mes, más o menos.-

-Pero estamos a marzo, faltan meses para Junio.-

-Bueno, puede que sea un poco más. ¿Qué año es? Porque mis papás dijeron que no tardarían más de uno, ha de ser 1891 ¿No?-

-¡¡Debes estar loco, estamos a 23 de Marzo de 1999!!-

-Yo creo que te equivocaste, mis papas no me dejarían solo tanto tiempo.-

Una voz se oye desde el exterior, parece llamar a alguien, pero no se entiende muy bien.

-Me tengo que ir- dice el invitado. –Volveré mañana con un poco de comida y tratare de sacarte de allí.-

-Esta bien- Dijo tranquilo el residente, antes de caer profundamente dormido.


-¿Cómo es que no envejeces, Silvano?- Me pregunto George lleno de curiosidad.

-La verdad, no lo se-

-Debe ser genial, ¿No? –

-La verdad no, es bastante aburrido, además hago siempre lo mismo, día tras día. Solo espero.-


-Estoy seguro de que volverán pronto- Decía el pequeño, ahora libre de sus cadenas.

-No se, Silvano, se me hace que ya no van a volver.-

-No lo sabré si no espero.-

-¿Y de que te has alimentado todos estos años?-

-De pequeños ratones que pasan de vez en cuando.-

-¿¡Y te los comes!?-

-No, los bebo...-


-Silvano…- La voz del muchacho me hacia pensar en lo mucho que me agradaba la compañía y lo mucho que me hacía falta. Me hacía recordar esos lejanos días en los que su abuelo también me acosó con preguntas que no supe responder.

-Dime…- dije alegre.

-¿Puedo venir a jugar contigo después de clases?-


-Ven todas las veces que quieras, me gusta mucho conversar contigo.- Dijo Silvano a su pequeño amigo, luego de que le ayudara a recoger las herramientas con las que lo había liberado de sus cadenas…


Noche tras noche, tengo que salir, y busco pequeños animales, para poder saciar mi sed, el agua no me sirve y los licores que me ha traído mi amigo tampoco me sacian, por mucho que se parece al milagroso liquido rojo que tienen los pequeños animalejos aventureros que entran en mis dominios. Pero ni Claudio ni George deben saberlo, no vaya a ser que terminen huyendo, igual que mis padres.

Se que no volverán. Pero alguien vendrá, no se quién, pero vendrá… estoy seguro…

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